Ciudadanos, activistas y periodistas temen que el régimen de Mubarak haya encargado a delincuentes comunes y agentes de policía promover el caos para justificar la represión de las protestas
Más de 5.000 presos convictos han escapado de las prisiones, abandonadas por sus guardas, en lo que muchos ven la complicidad del Gobierno Un grupo de ciudadanos egipcios vigila el centro comercial Arcadia tras sufrir varios saqueos. El Cairo, Enero, 20011 (Lefteris Pitarakis / AP Photo)
31.01.2011 · Mónica G. Prieto
Los egipcios se organizan en patrullas ciudadanas para defenderse de los vándalos
De las muchas imágenes sobrecogedoras que se han visto este fin de semana en Egipto, destaca una especialmente simbólica: las vitrinas del Museo Nacional, que alberga tesoros faraónicos de valor incalculable y atrae a millones de turistas cada año, destrozadas: dos momias dañadas, un sarcófago ultrajado, piezas de oro de miles de años de antigüedad por los suelos… Acto seguido, agentes de las fuerzas especiales egipcias tomando posiciones, fusil de asalto en mano, en el interior del emblemático edificio.
El mensaje está claro: la revolución popular que pide la cabeza de Hosni Mubarak ha desembocado en saqueos en los que nada ni nadie está a salvo; las fuerzas de Seguridad pueden devolver la normalidad. O lo que es lo mismo: El Cairo 2011 no será Bagdad 2003, cuando los saqueadores destrozaron y robaron sus tesoros, herencia de toda la Humanidad. Y parece que no lo ha sido porque en El Cairo no ha informado de la desaparición de piezas, lo que da pie a una pregunta razonable: ¿quién está promoviendo la anarquía en Egipto?
Horas después de que el primer toque de queda entrara en vigor, en la noche del histórico viernes 27, comenzó el caos. Bandas de delincuentes asaltaron edificios oficiales pero también supermercados, viviendas particulares, automóviles… Ni rastro de la policía, cuya presencia había sido sustituida en la calle por los tanques: el Ejército se desplegaba para asegurarse de que se respetara el toque de queda y las calles se vaciaran pero sólo se han ocupado de defender inmuebles oficiales, no intereses particulares.
Es el motivo por los criminales que tratan de sumir al país en la anarquía no han encontrado obstáculos. Los primeros saqueos, grabados por Al Jazeera, conmovieron a los manifestantes, que vieron como s
u legítima causa corría el riesgo de ser manipulado por los acontecimientos. “Los manifestantes que han salido a las calles a pedir libertades y que lo están pasando mal por el bien del país
DEFINITIVAMENTE no están saqueando. La cosa está fea pero no tan fea como pensáis. Hay saqueos pero no tan extendidos como apuntan los rumores”, defendía
ElShaheed, administrador del grupo de Facebook Todos Somos Khaled Said, uno de los más destacados promotores de las protestas.
Era aún temprano: voluntarios civiles se acercaron al Museo, en plena Plaza Tahrir, y formaron una cadena humana para proteger el edificio de los criminales. De madrugada, no pudieron repeler un ataque destinado a sembrar el caos, según el responsable del Departamento de Antigüedades egipcio. “Los buenos egipcios y los policías de Turismo [que suelen guardar el edificio] han podido evitar que entren en los sótanos, pero no que entren en el museo”, explicaba ante las cámaras Zahi Hawass, que acudió al Museo Nacional a la mañana siguiente para evaluar los daños.
A esas alturas, la policía se había esfumado de las calles y el crimen se disparaba. Tampoco los bomberos aparecían para apagar las llamas de la sede del partido de Mubarak y otros edificios en llamas. Según los testimonios sobre el terreno que recogía ElShaheed, algunos agentes del régimen, que en estas tres décadas se han caracterizado por su afición por la arbitrariedad y las torturas y por su impunidad, se habían quitado el uniforme para acometer tareas muy diferentes.
Una familia egipcia pasa delate de un tanque con un cartel con el texto: "Egipto es algo muy valioso para nosotros" (Emilio Morenatti / AP Photo)
“Numerosas informaciones de la gente sobre el terreno confirman que
la Policía Egipcia, junto a los habituales vándalos y delincuentes convictos, está saqueando y robando coches y provocando tanta destrucción como pueden. El plan es causar tanto caos y destrucción como sea posible, atribuírselo a los millones de manifestantes y usarlo como excusa para atacarles”. En otro mensaje
dejado al grupo, ElShaheed insistía en su argumento.
“Los que están saqueando son en su mayoría, agentes policiales y gubernamentales, policía secreta y miembros de la seguridad. Ellos saben que sus días de corrupción han terminado y tratan de sacar algo de todo esto. El Gobierno egipcio siempre ha usado vándalos y gánsteres en las elecciones para atacar a sus detractores. [Junto a ellos actúan] ladrones y criminales que se aprovechan del vacío creado por la retirada de la policía, y aquellos que se han escapado de las comisarías”.
El argumento de ElShaheed es compartido por los egipcios, a juzgar por las declaraciones recogidas por las agencias internacionales y por las informaciones publicadas por
el diario independiente Al Masri Al Yaoum, que sigue manteniendo su edición online a pesar del apagón cibernético impuesto por el régimen.
“Los vándalos que saquean barrios residenciales e intimidan civiles están contratados por el Gobierno, según los testimonios […] “Están siendo enviados por el Gobierno, los sacan de prisión y les dice que nos robe”, dice Namir Nashaat, un residente […] “Cuando les cazamos, responden que el Ministerio del Interior les envía”, escribe el rotativo. “El gobierno está dejando marchar a los convictos, los saca de prisión. Todos lo sabemos en el vecindario”, decía otro testigo. “El Gobierno quiere dar la impresión de que éste es un levantamiento de delincuentes, y no es el caso. Aquí el único criminal es el Gobierno”, explicaba al rotativo Khalil Fathy, identificado como un periodista local.
También los corresponsales de Al Yazeera se hacían eco de la presunta implicación de los agentes de Seguridad. “La policía se ha evaporado, no está presente en las calles. Hay informaciones de que la policía está involucrada en los saqueos”, confirmaba Ayman Mohyeldin, uno de sus más destacados reporteros. “Los militares piden a los ciudadanos que defiendan sus propiedades. No hay presencia de soldados de uniforme en las calles”, decía en otro comentario en su cuenta Twitter.
Los ciudadanos lo hicieron. Se han organizado
en legan sha’beya, comités públicos formados po
r vecinos jóvenes armados con palos y cuchillos que bloquean las calles con neumáticos y otros obstáculos y registran los vehículos antes de dejarles partir.
“La gente de cada rincón y cada zona del Cairo se está organizando para autoprotegerse. Están deteniendo a ladrones y vándalos y entregándoselos al Ejército. No son perfectos pero funcionan bien. La gente siente una enorme sensación de harmonía y unidad. Lo que no te destroza, te hace más fuerte”, continuaba ElShaheed.
Otra de las informadoras de la cadena qatarí salió a la calle para observar cómo actuaban esos comités ciudadanos: una decena de jóvenes en camiseta y con precarias varas de madera que se acercaban a cada coche para examinar su interior e interrogar a su conductor sobre su destino. “Los comités están examinando todos los coches (implementan el toque de queda ellos mismos) y
si encuentran miembros de la policía en su interior realizan un arresto ciudadano y le interrogan. La policía es ahora el sospechoso habitual. Es realmente extraño que por meses hayamos dedicado esta página a la brutalidad policial y
ahora hablemos de ciudadanos arrestando a policías criminales”.
Al margen de su presunta implicación, lo cierto es que ayer se informó del abandono, por parte de los guardianes, de cuatro prisiones situadas al norte de El Cairo dejando en libertad a 5.000 delincuentes peligrosos, lo que hace temer el escenario vivido en Bagdad tras la invasión, cuando los criminales recién huidos participaron en saqueos y asesinatos generando una anarquía sin precedentes.
En el caso egipcio, las sospechas constituyen una amarga ironía histórica. La protesta que dio origen a la revolución social que vive el país fue convocada el martes 25 de enero, el Día de la Policía, una festividad nacional que conmemora los acontecimientos del mismo día del año 1952. Se trata de la Batalla de Ismailiya, un orgullo patrio, cuando los agentes egipcios se levantaron en armas contra los invasores británicos en esa ciudad: los enfrentamientos duraron seis horas y se cobraron las vidas de 40 británicos. Mucho ha cambiado desde entonces. “[Los niños de] mi generación recibían como regalo en su cumpleaños un uniforme de policía, querían ser policías de mayor. Ahora cualquier ciudadano de a pie se cambia de acera para no cruzarse con un policía. Saben que incluso si no han hecho nada malo los policías actúan con total impunidad», explicaba al diario Al Masri Al Yaum Hossam Bahgat, defensor de los derechos humanos.
Ese es el motivo por el que muchos sospechan que tras los saqueos y las 3.600 detenciones anunciadas por las fuerzas de Seguridad egipcias se esconde una simple campaña de imagen para que los ciudadanos les echen de menos y desde fuera se vea a los manifestantes como vándalos, una forma de justificar una eventual represión. Incluso varios miembros de los Hermanos Musulmanes han sido acusados de participar en los saqueos. Hoy vuelve la policía de uniforme a las calles egipcias. Muchos tiemblan ante su regreso.
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