AlejandroPaezVarela/Sinembargo.mx Un día después de la tragedia de Monterrey,
Isabel Miranda de Wallace, presidenta de la asociación “Alto al Secuestro” y una de los activistas favoritas del sexenio, llamó al gobierno de México a considerar el toque de queda.
“Debemos cambiar la política y ver qué hacemos para en realidad proteger a la ciudadanía; si es necesario un toque de queda para tener mayor control. Yo no sé por qué nos da miedo poder hacerlo, si ya los narcotraficantes imponen toque de queda. Hay que buscar un Estado de excepción en los estados más violentos para poder tener control. Es lo más honesto”, dijo.
En lo personal, no esperaba menos de ella. He seguido su metamorfosis y la de varios activistas proclives a Los Pinos. La señora tomó hace tiempo un bando en este país polarizado por Felipe Calderón; se decidió por el lado de los que apoyan a toda costa y con los ojos cerrados la estrategia federal, que lleva 40 mil muertos. Su frase respondió a la pregunta –por si algunos dudaban– de por qué Isabel Miranda de Wallace se mantiene sentada a la diestra del Presidente. En esta ocasión, como en muchas otras, la señora se acomodó ingenuamente como peldaño para que Calderón utilizara la tragedia de casino Royale para sus intereses políticos.
Nada raro, por otro lado, que el mandatario utilice todas las situaciones a su alcance para apuntalarse políticamente. Ni hago el recuento. Usted lo conoce. La guerra misma intentó ser una respuesta política para su cuestionado “triunfo” de 2006. Luego vino la primera intervención justo en Michoacán, en el estado en donde nació y en el que pretende dejar a su hermana gobernando. En fin. Tema conocido.
Lo que en realidad me sorprende es que la gente siga cayendo en el juego político del mandatario. Y si no me cree que “la gente” cae, una muestra: el viernes, el tema (hashtag) más popular en Twitter fue: “#YoApoyoAFelipeCalderón”. Los mexicanos, asustados, recurrimos a la figura presidencial para encontrar cobijo. Y Calderón lo supo utilizar: Luto nacional, vuelo a Monterrey, mensaje a la Nación, otro mensaje a la Nación, regaño a las fuerzas opositoras y a los otros poderes, afianzamiento de su estrategia como la única y “necesaria”. Una hábil maniobra para plantearse como víctima de los “políticos mezquinos” porque no le dan una carta poder firmada para que haga lo que quiera en una administración que, además, ya hizo lo que quiso y falló: militarizó el país sin tener sustento legal, y provocó no una, sino miles y miles de tragedias a lo largo y ancho de la República.
El crimen organizado tiene cinco años quemando negocios por todo el país cuando sus dueños no pagan extorsión. Por ese lado no hay novedad, digamos, en el ataque realizado al casino Royale. No es un “acto terrorista” distinto al que los criminales han realizado durante todo el gobierno de Felipe Calderón en Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán o Sinaloa, por citar.
¿Qué volvió la tragedia de Monterrey tan notoria? La cantidad de muertos, y la manera en la que esos pobres mexicanos, la mayoría mujeres, perdieron la vida: por asfixia.
Pero esta tragedia repite, ciudadanos, lo que había sucedido en la guardería ABC: el lugar no estaba adecuado con salidas de emergencia y se volvió una cámara de gases.
Si en el casino Royale hubiera salidas de emergencia, quizás los 53 que hoy están muertos se habrían salvado, y el ataque habría sido uno más.
Con la guardería ABC, el Presidente no viajó a consolar a los deudos. No declaró luto nacional ni hizo el espectáculo de compungirse ante las cámaras con una corona sin flores y con una guardia de velo frente al lugar del incidente. En Monterrey sí. ¿Por qué? Porque sí hay una gran diferencia entre una tragedia y la otra.
Los muertos del casino Royale se prestaban para que el Presidente apuntalara su estrategia de guerra. Reunió a los líderes políticos en Los Pinos no para consultarlos, sino para regañarlos y decirles: “Déjenos hacer nuestro trabajo”, es decir, ya no cuestionen mi estrategia aunque lleve más de 40 mil muertos. Los llamó para que fueran parte de su escenario; para gritarle al país, con ellos como testigos, que no está equivocado; que haber lanzado esta guerra sin sentido no fue un error.
Los muertos de la guardería ABC eran muertos muy incómodos. Y era muy difícil utilizarlos políticamente cuando uno de sus hombres más cercanos, Juan Molinar Horcasitas, estaba involucrado en la tragedia; cuando familiares de su esposa, Margarita Zavala, eran dueños de la instancia infantil. Los muertos de la guardería ABC no merecieron luto nacional, ni su visita inmediata, no.
Los mensajes de Calderón y de Alejandro Poiré, su vocero para temas relacionados a la guerra fallida, fueron patéticos. Después de la tragedia de Monterrey llamaron a concretar reformas cuestionadas como la de la Ley de Seguridad Nacional, y trataron de echarle la culpa a los otros poderes (Judicial y Legislativo) por no darle manga ancha al Ejército (que tampoco está tan convencido de esta guerra) y a la Policía Federal. Llamaron a que los mexicanos nos olvidemos un rato de los derechos humanos y apoyemos, como la señora Wallace, un Estado de excepción, ahora sí oficial, porque Calderón utilizó al Ejército sin el andamiaje legal.
Que el hashtag más importante del viernes pasado fuera “#YoApoyoAFelipeCalderón” me sorprendió muchísimo. Yo habría esperado algo más razonado; un llamado a la paz por parte de la comunidad tuitera, un llamado a la unidad ciudadana frente a una guerra mal planeada que nos va a costar décadas de desarrollo.
Pero no. “Yo apoyo a Felipe Calderón” fue la respuesta. Se dejaron impresionar por la cara atribulada del Presidente. Puf, vergüenza propia y ajena.
El ataque al casino Royale fue, con todo respeto para los deudos, un ataque más del crimen organizado que se volvió una tragedia porque nadie está gobernando. Felipe Calderón está dedicado en cuerpo y alma a la guerra y no a gobernar, no a observar que los casinos –y el resto de las actividades del país– funcionen bajo el marco estricto de la ley. Un gobierno efectivo no habría permitido que estos negocios operaran sin salidas de emergencia. Un gobierno efectivo habría cerrado, antes de la tragedia, la guardería ABC.
Y como no lo hizo, entonces se monta un espectáculo. Se lucra con el dolor. Patético.
Tan patético como los tuiteros mexicanos, muchas veces una turba irreflexiva que no lee, que no se documenta, que no razona antes de dejarse ir con las tendencias. Entre los tuiteros, por supuesto, me cuento yo.
Un amigo me explicaba por qué no usaba su Twitter. “Acabo de aprender a apagar el celular en las borracheras, ¿y ahora Twitter? Cómo comete uno errores en las borracheras: llamas a la novia o a otras novias, compras cochinadas de la televisión por la madrugada, te comprometes a cosas que sobrio jamás aceptarías. Twitter es una invitación a actuar con la víscera, sólo porque tienes acceso a él las 24 horas del día y desde donde estés”.
Nunca como ahora estoy de acuerdo con él.
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