Los dejaron morir allí, dice desolada una de las sobrevivientes del Royale
Ya no puedo, mi reina; no puedo respirar
Viernes 26 de agosto de 2011, p. 3
Bomberos derribaron muro |
Los dejaron morir allí, dice Patricia Sáenz llorando. Está sentada en la acera, a escasos metros del casino Royale de Monterrey. Ella pudo salvarse; su esposo, Eduardo Martínez Cavazos, quién sabe. Ambos jugaban en las maquinitas cuando escucharon los gritos:
Ahora si cabrones, ya se los llevó la chingada a todos. Tiros y estampida: “Empezamos a correr. Íbamos agarrados de la mano, pero se me soltó –dice sin poder contener el llanto–; luego pude comunicarme con él por teléfono y me dijo: ‘Ya no puedo, mi reina; ya no puedo respirar’”. Un hombre a su lado la interrumpe:
Echaron gasolina y luego empezaron a disparar para que prendiera. Otra mujer grita desesperada:
Mi mamá, mi mamá está dentro. Se acerca a los policías y les pide una lista de muertos y heridos. Silencio como respuesta.
Yo les gritaba: sáquenlos. Mi esposo se está asfixiando y me dice que le falta aire, añade Patricia. Su hermana asegura que los policías estaban afuera sin hacer nada, que no actuaron a tiempo, que la tragedia pudo haberse evitado, que no servía la salida de emergencia. Patricia se repone y continúa: “A mí me sacaron por la azotea. Había mucha gente, más de 200 personas. Fue una estampida. Todo mundo corriendo para atrás. No nos dejaron salir por delante. Los pistoleros se repartieron. De repente escuchamos gritos desde el segundo piso ‘acá también hay’, por eso nos subieron al otro edificio. Unos aplastábamos a otros. Nos quedamos sin zapatos. Había gente ensangrentada”.
Nos salvamos de milagro
Estuvo muy feo. Los vi cuando entraron con armas largas, eran muchos, todos encapuchados. No sé si traían uniforme. El susto no me permitió seguir mirando. Se empezaron a escuchar explosiones, luego balazos. Corrimos y nos subimos por la azotea y nos ayudaron a pasar al estacionamiento de Caracol. Y salimos por este lado. Había como 300 personas.
Hay escombros y cadáveres abajo, como 25 o 30. Sacamos a una viva, dice un policía que se acerca para dar información.
No hay palabras para describir lo que sucedió. Es una canallada. Mucha gente inocente. Y remata:
Jamás volveré a un casino.
La policía me ha dicho que no me la puedo llevar porque hubo detonaciones o granadas. Que se la van a llevar. Su hijo de 18 años, visiblemente angustiado, añade:
Fue inexplicable. Horrible. Me asusté mucho. La verdad ni me di cuenta de nada. Me agarró mi papá y empezamos a correr. Nos salvamos de milagro.
Las Vegas de Méxicocon más de 50 casas de apuestas; la mayoría opera sin los debidos permisos estatales ni municipales. La proliferación de estos negocios se da con opacidad y tráfico de influencias en la venta de permisos federales por millones de dólares.
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