Por: Sanjuana Martínez
Sinembargo.mx
“Yo
fui, yo fui… confieso lo que ustedes quieran”, les dijo a sus
torturadores Marcelo Laguarda Dávila luego de tres días de cautiverio.
Eran como 20 agentes de la policía ministerial los que se presentaron en
su casa y lo secuestraron con armas largas: “Somos de Los Zetas”, le
dijeron al subirlo al coche.
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Marcelo Laguarda Davila condenado bajo tortura |
Luego
lo llevaron a la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) a cargo de
Adrián de la Garza, procurador general de Justicia de Nuevo León. El
tormento inició desde el principio: aturdido, aterrorizado por los
golpes y las amenazas, fue llevado sin orden de detención al auditorio
de la AEI donde había decenas de detenidos también bajo tortura.
Uno
de los policías le empezó a vendar la cara, excepto la nariz, y a
continuación le lanzó agua para intentar ahogarlo. Allí supo de que lo
acusaban: “Confiesa, di que fuiste tu, que lo mandaste matar”.
Inmovilizado, sin poder respirar, Marcelo sentía el peso de otro policía
encima de su pecho y otro más sujetándole las piernas.
Además
de la cabeza vendada, método utilizado para torturar denominado “la
momia”, le aplicaron toques eléctricos, le reventaron un oído, lo
patearon en las costillas y en el tórax, fingieron ejecutarlo tomándolo
de los pies y sacándolo por la ventana boca abajo desde un tercer piso,
le colocaron reiteradamente una bolsa negra en la cara para asfixiarlo y
le colocaron varias veces una pistola en la cabeza para amenazarlo de
muerte.
“Yo
no fui. No se nada, no entiendo nada”, les decía. Después de tres días
de cautiverio empezó a flaquear. El dolor en todo el cuerpo era más
intenso, no lo dejaban dormir, no le daban de comer ni de beber. Le
empezaron a vendar la cabeza para lanzarle nuevamente agua e intentar
ahogarlo, lo hicieron tres veces, hasta que por fin les dijo:
“Ya, ya, por favor, lo que sea, yo confieso lo que ustedes quieran… Yo
fui, yo fui”.
A
Marcelo se le llenan los ojos de lágrimas. Han pasado dos años de su
detención y no se recupera aún de las huellas psicológicas y físicas de
la tortura. Está en
el Penal del Topo Chico, una cárcel de Monterrey controlada por Los
Zetas. Por aquella declaración bajo tortura fue sentenciado a 42 años de
cárcel: “Aún no puedo creer que este aquí, no puedo creer que me hayan
condenado siendo inocente. A todos les dije que fui torturado y a nadie
le importó”.
Luego
de aceptar bajo tortura firmar una confesión, supo de que lo acusaban:
de haber mandado asesinar a Víctor Castillo Santillán, compañero de
estudios de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de
Nuevo León y originario de Ramos Arizpe, Coahuila.
La
historia que le inventaron era verdaderamente cinematográfica: él había
contratado a dos Zetas para matarlo el 20 de abril de 2010 y les pagó 2
mil pesos por adelantado. El resto del dinero jamás fue cobrado por los
asesinos que, además, nunca fueron detenidos. El móvil eran los celos
por una compañera francesa que estaba de intercambio en la misma
universidad y que ambos conocían.
La
versión de los ministeriales fue que Marcelo presentó tres
declaraciones: en las dos primeras negó los hechos, pero en la tercera
confesó. Más aún, señalaron que él había decidido ir por su cuenta a
confesar su crimen, observó a unos policías ministeriales en la calle
los detuvo y les dijo espontáneamente mandó ejecutar a su amigo. Marcelo
se frota las manos, aún tiene las cicatrices de la tortura en sus
dedos.
Después
de su cautiverio fue llevado al Hospital Universitario para ser
atendido. Le tomaron fotos de las huellas de la tortura, imágenes que
posteriormente desaparecieron del expediente y luego del largo arraigo
lo presentaron ante un juez a quien le dijo lo sucedido: “Tu ya te
chingaste”, le dijo el policía ministerial que lo llevó ante el juez,
“Ya dijiste que fuiste tu. Ahora tienes que firmar”.
Marcelo
comunicó al juez que todo había sido bajo tortura, pero no le hizo
caso. Los dedos de las manos le dolían y no podía ni siquiera tomar la
pluma para firmar, pero el policía ministerial le colocó un encendedor
para quemarle las manos: “Ves como si puedes firmar”, le dijo. Los
padres de Marcelo buscaron otro médico que se encargo de certificar las
huellas de la tortura. Hay pruebas de un
“puntilleo hemorrágico de forma lineal”, como cuando se reciben
descargas eléctricas, y graves contusiones en la mandíbula, el cuello,
el tórax y los dedos de las manos.
De
nada sirvió. Los policías ministeriales adscritos a la Agencia Estatal
de
Investigación (AEI) a cargo del procurador Adrián de la Garza, forman
parte de la policía más torturadora con 20 de 23 recomendaciones
emitidas por la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León
(CEDH) en los últimos seis meses. Ninguna autoridad atendió debidamente
las denuncias de tortura, ni siquiera la CEDH. Un año después, Marcelo
Laguarda Dávila fue sentenciado a 42 años de cárcel por un delito que no
cometió.
LA TORTURA, EN AUMENTO
El
informe de Amnistía Internacional Amnistía Internacional, cuyo director
ejecutivo en México es Alberto Herrera Aragón, presentará este jueves
el informe titulado: “Culpables conocidos, víctimas ignoradas: tortura y
maltrato en
México”, un documento que muestra el incremento alarmante de la tortura
durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa y la impunidad
imperante: “Amnistía Internacional publica el presente documento para
ilustrar el hecho evidente de que el gobierno del presidente Felipe
Calderón no ha combatido seriamente la tortura y para poner de relieve
los retos a que deberá hacer frente el nuevo gobierno de Enrique Peña
Nieto, cuando entre en funciones en diciembre, para poner fin a la
tortura y los malos tratos.
La
organización presentará este material al Comité de la ONU contra la
Tortura, que en noviembre de 2012 someterá a examen el cumplimiento por
parte de México de la obligación de poner fin a la tortura”. Añade: “Los
datos disponibles indican que las políticas de seguridad pública
adoptadas por el gobierno en los últimos cinco años han coincidido con
un alarmante aumento del uso de la tortura y los malos tratos a escala
federal, estatal y municipal.
Como
consecuencia de ello, quienes cometen tortura saben que no hay
prácticamente ninguna probabilidad de que los hagan comparecer ante la
justicia. Además, la información y las pruebas obtenidas mediante
tortura siguen siendo aceptadas con frecuencia en los procedimientos
judiciales, lo que fomenta su uso continuo”. Y sentencia: “Es hora de
reconocer la verdadera magnitud de la tortura y establecer políticas y
prácticas de ámbito federal, estatal y municipal que aborden
esta realidad”.
La
magnitud de la tortura y otros malos tratos se exhibe primeramente a
través de las denuncias ante la CNDH. De 2007 a 2011 fueron 4 mil 841.
Un elemento importante para la permanencia de la tortura es la
impunidad: La falta de actas de acusación, juicios y
sentencias condenatorias por tortura y otros malos tratos es reflejo de
la incapacidad o falta de voluntad de las autoridades para garantizar
la investigación y el enjuiciamiento efectivos e imparciales de los
casos. Por ejemplo, el creciente número de denuncias presentadas ante la
CNDH no da dado lugar a un aumento de las actas de acusación ni de las
sentencias condenatorias”.
En
cuanto a la violencia contra las mujeres, la situación es alarmante:
“La violencia contra las mujeres sigue siendo práctica generalizada en
México. Los responsables de tortura, incluida violación, asesinato o
secuestro de mujeres y niñas raras veces son llevados ante la
justicia”.
El
documento se basa en testimonios, informes, estadísticas y pruebas
diversas para demostrar el incremento considerable de la tortura:
“Amnistía Internacional lleva años expresando su preocupación por las
denuncias de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes cometidos por personal militar o por la policía a escala
federal, estatal y municipal. Las denuncias son generalizadas, y los
responsables disfrutan de casi total impunidad”.
Los casos son escalofriantes:
Miriam Isaura López, detenida por militares en febrero de 2011:
“Escuché muchos gritos de una persona de sexo masculino, a lo cual le
preguntaban “donde están las armas y donde está la droga”, rato después
se escucha “llévatelo y tráeme al que sigue”, escucho que abren la
puerta .. me [sic] un trapo mojado en la cara, cuando respiré, sentía la
mojada que estaba, se me complicaba respirar, después sentía un chorro
de agua sobre mi nariz, trato de incorporarme, pero no podía levantarme
porque me sujetaban de los hombros, piernas y … alguien oprimía mi
estómago, eso lo hicieron en repetidas ocasiones, mientras me
preguntaban lo mismo”.
Israel Arzate :
Fue detenido arbitrariamente por militares en relación con la matanza
de 15 jóvenes en Villas de Salvacar, Ciudad Juárez, estado de Chihuahua,
en febrero de 2010. Pese a existir una serie de irregularidades en
torno a su detención, se determinó que ésta era legal.
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Israel Arzate |
Su
interrogatorio y tortura hicieron posible una confesión en vídeo de su
supuesta participación en el delito, hecha en un cuartel militar y
delante de un agente del ministerio público y un defensor público.
Cuando Israel Arzate compareció ante un juez se retractó ante él de la
confesión en vídeo y le informó de que los militares lo habían torturado
reiteradamente para obligarlo a hacerla. Sin embargo, el juez no ordenó
una investigación, a pesar de sus lesiones físicas causadas por
tortura, y admitió la
confesión en vídeo como prueba. Posteriormente, en una investigación de
la CNDH se determinó que Israel Arzate había sufrido durante varios
días tortura a manos de los militares, incluidas palizas, descargas
eléctricas en distintas partes del cuerpo, colocación de una bolsa de
plástico en la cabeza, amenazas de muerte y amenazas de violación de su
esposa, y que tras dictarse acta de acusación formal contra él, los
militares lo habían sacado de la prisión civil y lo habían sometido a
nuevas torturas. A pesar de ello, el juez justificó la decisión de
admitir la declaración en vídeo con el argumento de que la confesión
debía ser cierta, pues contenía más datos sobre el delito de los
conocería un acusado que fuera inocente”.
Ramiro Ramírez, Rodrigo Ramírez, Ramiro López y Orlando Santaolaya:
El 16 de junio de 2009 fueron detenidos por militares mexicanos cuatro
hombres en Playas de Rosarito, Baja California. Según los hombres, no
los detuvieron cerca del lugar del delito, como afirmaron los militares;
además, los torturaron a fin de que se auto inculparan. Luego los
presentaron a los medios de comunicación delante de un alijo de armas y
los sometieron a arraigo en la base militar del 28 Batallón de la II
Zona Militar en
Tijuana. Tras pasar 41 días en arraigo en esa base, los acusaron
formalmente de tenencia de armas y secuestro y los enviaron a la prisión
federal de Tepic, donde continúan en espera del resultado de la causa
abierta contra ellos. Durante el arraigo, estuvieron incomunicados, sin
acceso a abogados ni a sus familias, durante dos semanas. Los detenidos
dijeron a sus familiares que los habían sometido a palizas, asfixia con
bolsas de plástico, simulacros de ejecución y privación del sueño a fin
de que se inculparan unos a otros y firmaran confesiones falsas. No
había más personal médico que unos médicos militares que supervisaban la
tortura y reanimaban a los detenidos cuando perdían el conocimiento”.
Shohn Huckabee y Carlos Quijos: En diciembre de 2009, miembros del
Ejército mexicano detuvieron a Shohn Huckabee y Carlos Quijos en Ciudad
Juárez, Chihuahua, cerca del paso fronterizo con Estados Unidos. Según
Shohn Huckabee, los soldados les
pusieron droga en su vehículo y los llevaron a un cuartel militar,
donde los sometieron a palizas, descargas eléctricas y simulacros de
ejecución para conseguir de ellos información sobre su supuesta
vinculación con bandas de narcotráfico. Shohn Huckabee dijo que no
tenían ninguna relación con tales bandas y que se enteraron por primera
vez de la existencia de la droga cuando los obligaron a fotografiarse
con dos maletas de marihuana al día siguiente. Ambos hombres fueron
entregados al ministerio público federal en virtud de las pruebas
presentadas por los soldados. Ni el ministerio público ni los jueces
cuestionaron jamás seriamente la versión de lo ocurrido ofrecida por el
ejército. Se hizo caso omiso de relatos de testigos presenciales que
contradecían la versión militar, y también murieron o desaparecieron
testigos presenciales en circunstancias no aclaradas. Los indicios de
tortura no se han investigado jamás de manera efectiva.
Ambos hombres fueron condenados a cinco años de prisión. A Shohn
Huckabee se le permitió regresar a Estados Unidos para cumplir su
condena, pero al final de 2011 fue excarcelado a instancias de una junta
de libertad condicional que tuvo en cuenta los convincentes datos que
probaban su tortura”.
Gerardo Torres
Pérez: Fue detenido por la policía federal y la policía judicial y
estatal de Guerrero, junto con más de 41 personas más, tras disparar y
matar los agentes a dos manifestantes durante una protesta de alumnos de
la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Chilpancingo, estado de
Guerrero, el 12 de diciembre de 2011. De camino a la comisaría, él y
otros 23 detenidos recibieron golpes y patadas. Tras vendarle los ojos,
seis agentes de la policía judicial del estado lo llevaron a un lugar
aislado, a las afueras de la ciudad. Lo amenazaron de muerte y le
propinaron puñetazos en el estómago, las costillas y los brazos para
obligarlo a apretar el gatillo de un arma automática y poner sus huellas
dactilares en casquillos de bala usados, a fin de culparlo falsamente
de los disparos efectuados previamente. Luego lo pusieron de nuevo bajo
custodia y presentaron cargos contra él sobre la base de estas pruebas
falsas. A raíz de la preocupación
suscitada dentro y fuera del país ante la evidencia de la
responsabilidad policial de la muerte por disparos de manifestantes
desarmados y de los malos tratos infligidos a detenidos, el 13 de
diciembre de 2011 Gerardo Torres Pérez quedó en libertad, junto con los
otros 23 manifestantes sometidos a malos tratos, como golpes y patadas,
durante su detención. Las conclusiones de la CNDH, basadas en un examen
médico y otros datos, confirmaron la tortura y la falsificación de
pruebas por parte de la policía judicial.62 Se ha presentado una
denuncia por tortura, y en el momento de redactar el presente documento
continuaban las investigaciones”.
José Manuel Esqueda Nieto y Gustavo Fuentes Moreno: Fueron
detenidos el 27 de diciembre de 2011 por personal militar en un
restaurante cerca de Nuevo Laredo, estado de Tamaulipas, en relación con
un vehículo que contenía, presuntamente, armas. Según el relato de
Gustavo Fuentes Moreno, llevaron a los dos a un solar vacío y los
golpearon brutalmente para obligarlos a confesar que eran propietarios
del vehículo y a proporcionar información sobre sus supuestos contactos
con delincuentes. Josué Manuel Esqueda Nieto murió ese mismo día debido a
las lesiones causadas por las palizas, y Gustavo Fuentes
Moreno necesitó atención hospitalaria por ellas.67 En junio, la CNDH
publicó la recomendación 29/2012 contra la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena) por la tortura y homicidio de Josué Manuel Esqueda
Nieto. La Sedena aceptó la recomendación y abrió una investigación, pero
en septiembre no había informado a los familiares de las víctimas de
ningún avance”.
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Jethro Ramsés Sánchez Santan |
Jethro
Ramsés Sánchez Santana: El 1 de mayo de 2011, la policía municipal
de Cuernavaca, estado de Morelos, detuvo a Jethro Ramsés Sánchez
Santana, estudiante, y a un amigo suyo. Según el amigo, que quedó
después en libertad, ambos fueron entregados primeramente a la policía
federal, que los dejó luego en manos de militares. De acuerdo con la
información disponible, Jethro Sánchez fue torturado. Cuando su familia
quiso buscarlo y presentó una denuncia, los militares negaron tener
conocimiento de su detención. Sólo después de que la policía declarara
que ambos hombres habían sido entregados a personal militar inició el
sistema de justicia militar una investigación. Ante la clara evidencia
de la entrega y la decidida campaña de la familia, los militares
arrestaron a varios soldados, gracias a lo cual se localizaron los
restos de Jethro Ramsés Sánchez Santana y se practicó una autopsia que
indicó que había sido enterrado vivo. Se han
presentado cargos contra tres militares en relación con la tortura y
homicidio del estudiante, pero no contra otros presuntamente implicados
también en el delito, incluidos los que intentaron ocultarlo. En agosto,
la CNDH formuló la recomendación 38/2012 contra la Sedena por la
detención arbitraria, desaparición forzada, tortura y homicidio de
Jethro Ramsés Sánchez Santana. Ese mismo mes, la Suprema Corte de
Justicia determinó que el asunto debía verse en el sistema de justicia
civil”.
COMISIONES SIN INDEPENDENCIA
La
ineficiencia de las Comisiones Estatales de Derechos Humanos y de la
Nacional (CNDH) a la hora de denunciar, reparar y hacer justicia en los
casos de tortura y otras violaciones, queda de manifiesto en el informe
de Amnistía Internacional. Por falta de independencia, estas
instituciones funcionan bajo el mando del gobierno en turno, sometidas
al arbitrio de
gobernadores, alcaldes o presidentes, sin concluir eficazmente su
trabajo otorgando el acceso a la justicia a la víctima y la posibilidad
de recibir una reparación del daño ocasionado.
“Los
mecanismos de supervisión y rendición de cuentas de los agentes
de policía, el personal militar, los peritos técnicos, los forenses o
los jueces, así como los abogados defensores y los representantes de las
comisiones de derechos humanos nacional y estatales, siguen siendo
inadecuados, y las reformas judiciales no han abordado apenas la
impunidad resultante de esta falta de rendición de cuentas”, dice el
informe.
Añade:
“Amnistía Internacional no conoce ningún caso de ámbito federal ni
estatal en el que se hayan entablado acciones disciplinarias contra
militares, agentes de policía, abogados defensores o jueces por no haber
tomado medidas adecuadas al recibir información que indicaba que el
acusado era víctima de tortura y otros malos tratos. Esta falta de
rendición de cuentas supone que no hay todavía elementos de disuasión
suficientes para impedir que los funcionarios del sistema judicial y
legal incumplan su deber de tomar medidas adecuadas ante la evidencia de
tortura y otros malos tratos. Al mismo tiempo, el hecho de que se sigan
admitiendo en los procedimientos judiciales pruebas obtenidas mediante
tortura y malos tratos genera incentivos para continuar dependiendo de
la tortura como medio de llevar a cabo investigaciones criminales”.
El
informe ofrece la magnitud de la tortura en México, la impunidad
existente, los abusos contra migrantes, las desapariciones forzadas y
secuestros. Analiza las deficiencias de la legislación que no otorgan la
posibilidad del debido proceso a los acusados bajo tortura. En cuanto a
las confesiones
obtenidas con coacción, Amnistía Internacional considera que el sistema
no protege los derechos de los ciudadanos: “En el sistema de justicia
federal y en los 21 estados donde continúa en vigor el antiguo sistema
procesal, sigue aplicándose la norma de la “inmediatez procesal”.
En
virtud de ella, se concede más importancia a las declaraciones
iniciales hechas bajo custodia del ministerio público que a la
declaración posterior hecha ante el juez. De este modo se fomenta el uso
de la tortura para obtener confesiones y se impide a los acusados
defenderse de manera efectiva de los cargos basados en ellas. Este
principio debería invalidarse en el nuevo sistema procesal, pero los
jueces continúan aplicándolo a fin de admitir pruebas obtenidas mediante
tortura antes de la comparecencia ante el tribunal”. En cuanto al
arraigo, el informe exhibe una crítica contundente que exhibe mediante
estadísticas el abuso de este método: “El ministerio público puede
recluir al presunto delincuente en un centro especial o establecido al
efecto por un periodo de 40 días, prorrogables a 80, por orden de un
juez. Durante el arraigo, los fiscales imponen severas restricciones al
acceso de los detenidos a sus
familias, a abogados y a servicios médicos independientes, lo que
agrava su aislamiento y acrecienta la dificultad de presentar denuncias
de malos tratos y documentarlas.
La
CNDH dijo haber recibido más de mil denuncias relacionadas con órdenes
de arraigo
ejecutadas por la PGR entre 2009 y 2011.55 Durante la administración de
Calderón, el número de órdenes de arraigo concedidas al ministerio
público federal aumentó considerablemente: de 542 en 2006 a mil 896 en
2010”.
Las
detenciones ilegales son
practicadas por la mayoría de las autoridades, sin ordenes: El
ejercicio indebido de las atribuciones de detención sigue siendo
generalizado y continúa facilitando la tortura y los malos tratos. Las
leyes que regulan la detención sin orden judicial, particularmente la
detención en flagrante delito, siguen siendo excesivamente amplias. Por
ejemplo, se puede detener a un presunto delincuente sin indicios
razonables de vinculación directa e inmediata con el delito. Se suponía
que las reformas de justicia penal iban a poner fin al ejercicio
indebido de estas atribuciones de detención tan ampliamente definidas,
pero hasta ahora no ha sido así”.
TORTURA DEL EJÉRCITO Y LA MARINA
El
Ejército es una
de las instituciones más denunciada por violaciones a los derechos
humanos. Entre enero de 2006 y enero de 2012, el Ejército detuvo a
43.778 de presuntos delincuentes: “los cuales fueron llevados a
cuarteles militares o sometidos, si no, a interrogatorio, en vez de ser
puestos inmediatamente a disposición del ministerio público, como exige
la ley.
Asimismo,
como indican algunos de los casos mencionados en este documento, los
agentes del ministerio público civil pueden entrevistar a los detenidos
en cuarteles militares, en vez de asumir su custodia, como exige la ley,
o poner a las personas bajo orden de arraigo bajo custodia militar.
Estas detenciones militares carecen en gran medida de supervisión, pues
no hay más funcionarios civiles presentes y sólo se dispone de médicos
militares para tratar o registrar las lesiones, lo que crea un clima
propicio para la tortura y otros malos tratos”.
El
gran problema en este apartado, es según Amnistía Internacional la
jurisdicción militar, un sistema que otorga impunidad a los torturadores
o militares acusados de desapariciones forzadas o ejecuciones
extrajudiciales: “Existen convincentes datos que muestran que el sistema
de justicia militar ha desestimado denuncias de abusos sin llevar a
cabo una investigación efectiva o imparcial y que raras veces se han
tomado medidas contra los responsables de la tortura o los malos
tratos”.
Señala
que la Sedena afirmó haber recibido o iniciado mil 060 denuncias contra
militares por delitos contra civiles en 2010 y 449 denuncias en 2011,
lo cual dio lugar a un total de 118 investigaciones criminales
iniciales, entre ellas las de 17 soldados implicados en casos de
tortura: “De los militares afectados, 98 se
enfrentaban a cargos penales, algunos por violencia contra personas
causante de muerte, y al menos 9 se enfrentaban a cargos de tortura.
Durante 2010 y 2011 se condenó a 9 militares en relación con delitos
contra civiles.
Según
la Sedena, durante la
administración de Calderón se ha condenado ante tribunales militares
por abusos contra los derechos humanos a 38 soldados. Sin embargo, 11 de
estas sentencias condenatorias corresponden a casos ocurridos antes de
la administración de Calderón, y al menos 19 de las 27 restantes están
en proceso de ser recurridos. Por consiguiente, sólo hay confirmadas
ocho sentencias condenatorias de militares por delitos de derechos
humanos –ninguno de tortura– cometidos durante la administración del
presidente Calderón, cuando se han presentado más de 7 mil denuncias de
delitos de derechos humanos contra las fuerzas armadas”.
La
Sedena y la Semar son las instituciones con mayor número de denuncias
por violaciones a derechos humanos. La Marina va por la senda del
Ejército: “Por ejemplo, en junio de 2011, Amnistía Internacional
documentó una serie de detenciones y desapariciones forzadas que
afectaban al menos a seis hombres, llevadas a cabo por miembros de la
marina en Nuevo Laredo, estado de Tamaulipas, y de las que habían sido
testigos familiares de las víctimas.
La
Semar negó toda responsabilidad, pero posteriormente reconoció que
había habido “contacto” con las víctimas. La PGR informó en noviembre de
2011 a Amnistía Internacional de que la marina había llevado a esas
personas a una estación de autobuses, donde habían quedado en libertad.
Por consiguiente, la PGR había cerrado su investigación sin aclarar más
la actuación de
los miembros de la marina ni determinar el paradero de las personas que
continuaban desaparecidas y, por ello, más expuestas aún a sufrir
tortura o malos tratos.73
En
agosto de 2012, la CNDH formuló la recomendación 39/2012 contra la
Semar por la detención
arbitraria y desaparición forzada de seis hombres. Sin embargo, en el
momento de redactar el presente documento se seguía negando a los
familiares de los hombres desaparecidos información creíble sobre su
paradero y no había tampoco nueva información sobre la adopción de
medidas para hacer rendir cuentas a los responsables”. El informe
recomienda: “Es también esencial que todos los casos que se encuentran
actualmente bajo la jurisdicción militar se transfieran de inmediato al
sistema de justicia civil. Asimismo, todos los casos sometidos al
sistema de justicia militar en que hayan concluido los procedimientos
judiciales deben ser objeto de una revisión completa en el sistema de
justicia civil. Es esencial que todas las sentencias judiciales sobre
presuntas violaciones de derechos humanos cometidas por miembros de las
fuerzas armadas, incluidas tortura y otros malos tratos, estén basadas
en investigaciones completas, imparciales e
independientes y en procedimientos judiciales que cumplan las normas
internacionales sobre juicios justos que protegen los derechos de la
víctimas y los acusados”.
SÓLO 10 POR CIENTO
El
mayor problema con el uso de la tortura y su permanencia en México es
la impunidad y el miedo a denunciar. Solo un 10% de los casos son
denunciados, señala Javier Enriquez Sam, del Colectivo contra la Tortura
y la Impunidad que presento su informe: “En nombre de la guerra, contra
la delincuencia: un estudio del fenómeno de la tortura en México”,
realizado en colaboración con ACAT-France.
Sam
Enriquez señala en entrevista que la tortura es una de las violaciones
más frecuentes, particularmente durante arrestos y detenciones
arbitrarias, que pretenden arrancar confesiones de culpabilidad que
lamentablemente siguen constituyendo la prueba principal en los
procedimientos judiciales. El incremento es alarmante, coincide en
señalar al igual que Amnistía
Internacional.
En
principio, durante 2010, sólo la CNDH hizo mil 161 recomendaciones por
este motivo frente a las 330 de 2006, lo que muestra un aumento muy
alto. “En el sexenio de Felipe Calderón son muy altos los índices de
tortura, particularmente en el
norte del país como Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila; y
también Guadalajara, Michoacán, Estado de México y Distrito Federal; y
como una constante Oaxaca, Chiapas y otros estados.
“Queda
muy evidenciado que los estados del Norte es donde el
Ejército desplegó más sus unidades, se movilizó a las fuerzas armadas
hacia esta parte. Esto ubica quienes fueron los principales responsables
de los casos de tortura: Ejército y Marina, eso no excluye a la policía
federal, las estatales o municipales”.
El
incremento tiene que ver con la llamada guerra contra el crimen
organizado: “La tortura se fue para arriba, las desapariciones forzadas y
las ejecuciones extrajudiciales”. En la mayoría de los casos de tortura
se da contra gente inocente, particularmente jóvenes que se les detiene
sin orden de aprehensión o en un operativo e incluso los sacan de sus
casas y se les acusa de vender droga o estar vinculado a un grupo de la
delincuencia organizada: “En el proceso de traslado empiezan a
torturarlos para generar las condiciones para que se declaren culpables
de delitos que ni siquiera saben. A veces piensan que se les esta
secuestrando o que son delincuentes, pero en realidad, se trata de
policías, militares o marinos”.
Dentro
del modus operandi de la tortura, los secuestrados son trasladados a
varios puntos: “primero llegan a una sede de policía, luego a otro
cuartel y así los llevan de un lado a otro y son torturados en los
diferentes momentos y lugares por donde van pasando, hasta que los
entregan”.
Lo
más común, comenta Enriquez Sam es la fabricación de delincuentes.
Además de la tortura institucionalizada en todo México, existe además la
indefensión de los detenidos que son presentados ante los medios de
comunicación como culpables: “Es un show que violenta el derecho a la
presunción de inocencia. Realmente no saben si son o no responsables. Es
una marca, un estigma que le queda a la gente de ser presentada ante
los
medios”.
Lo
que se ha visto, según testimonios de personas torturadas es que han
sido tableados con las tablas que las policías o las fuerzas armadas le
confiscan a los delincuentes: “Los métodos de tortura son diversas,
antiguamente era muy evidente la
manifestación de las lesiones, pero hoy han tratado de esconderlas más,
aunque a partir del sexenio de Felipe Calderón la tortura se vuelve
brutal y visible, dejan huellas por todos lados: golpes, los cuerpos con
hematomas por todos lados, tortura sexual en hombres y mujeres con el
arma, con las manos, botellas… de muchas maneras”, dice.
La
tortura aplicada por las policías y las fuerzas armadas inicia con
vendar al secuestrado o detenido, para después desnudarlo: “Es una
manera de afectar la psique de la persona porque al desnudarlo quedan a
la deriva de cualquier cosa que quieran hacerte. El trauma psicológico
se presenta rápidamente”.
Enriquez
Sam afirma que en el proceso de tortura participan varias personas de
la cadena institucional: el policía, militar o marino; los funcionarios
de esas instituciones que son testigos de la tortura, los ministerios
públicos, los jueces e incluso los abogados de oficio. “Los jueces no
valoran la inocencia de la persona, más bien, piensan que son
delincuentes y se merecían ser torturados. Es una actitud autoritaria,
sin iniciar un proceso para valorar su inocencia. Los jueces se prestan
para no ser imparciales. Deberían de rechazar la forma en la que los
presentan todos golpeados, pero no”.
Por
tanto, existe una normalización de la tortura: “Al haber demasiada
policía en las calles, demasiado Ejército y demasiada Marina, la gente
tiene miedo y se somete. Hay una confusión de la población que dice: qué
bueno que están para protegernos, pero cuando ven que están también
para golpearlos e ir a la cárcel por una declaración falsa bajo
tortura”.
Añade:
“En el caso de la tortura está en la impunidad. Mientras no haya
sanciones a los torturadores será imposible que se detenga. Nunca se ha
enjuiciado a nadie por torturar, por lo tanto los policías saben que no
les va a pasar nada y siguen torturando. El futuro en México tampoco es
bueno, no se ve un cambio de estrategia con Enrique
Peña Nieto. Si su asesor va a ser el general Oscar Naranjo pensamos que
la tortura se va a mantener e incluso puede empeorar”.
Mientras
tanto en el temible Penal del Topo Chico, Marcelo Laguarda Dávila
condenado a 42 años de prisión por firmar una
confesión bajo tortura por un delito que no cometió, tiente la
esperanza de conseguir su libertad. Su caso ha sido denunciado por Human
Rights Watch y algunas cadenas norteamericanas como HBO y National
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