A finales de la década de los 70, los habitantes de Coatepec, un pueblo ubicado a unos kilómetros de Xalapa, Veracruz, vieron con asombro cómo grandes empresas industriales se instalaron en las afueras. Firmas como Coca Cola y Nestlé compraron quintas y ranchos rodeados de lagos y manantiales llenos del agua cristalina que mantenían al lugar vivo y verde.
Primero los habitantes se alegraron de contar con nuevas fuentes de
trabajo en una zona donde la mayoría de los empleos están relacionados
con la siembra, recolección o venta de café. Además, la llegada de las
empresas trasnacionales les permitió obtener productos de la canasta
básica a un precio más accesible.
Parecía que después de tanto tiempo la exuberancia de su tierra recibiría los frutos del progreso
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Coatepec |
Coatepec está catalogado como “Pueblo Mágico”.
Lo mágico del lugar reside en la espesa vegetación que lo rodea, en sus
cerros llenos de cataratas y manantiales de agua pura que bajan y
cruzan las zonas urbanas. Pero tras la llegada de Coca Cola y Nestlé, no
pasó mucho tiempo para que los habitantes de Coatepec se dieran cuenta
de que estas se habían adueñado de las represas de agua que alguna vez
les pertenecieron: en un convenio con el Gobierno de Veracruz y la
Comisión Nacional del Agua (Conagua) obtuvieron concesiones por casi el
80 por ciento de los mantos
acuíferos de la zona. En el 2013, más de 40 años después, los ríos que
cruzan las zonas urbanas no tienen nada de cristalinos y se percibe un
olor rancio
proveniente de las corrientes. Además, existe una escasez de agua en
todo el estado y poco hay que puedan hacer para recuperar el agua que
por convenio le pertenece a las empresas.
Debido a la privatización de los mantos acuíferos de la región, es
necesario acarrear agua para consumo humano desde el estado vecino de Puebla.
Así se abastecen las necesidades diarias, no sólo de Coatepec, sino
también de la capital, Xalapa, y de otras ciudades del estado. Esto les
cuesta a los ciudadanos más de lo que le cuesta a las empresas hacer uso
de los mantos concesionados. Las dificultades de abastecimiento del
agua potable contrastan con los montes, arroyos, lagos y manantiales que
adornan los paisajes del estado, el cual es el que recibe más
escurrimiento de agua en todo el país.
Hasta 33 por ciento del total de agua del estado termina en manos de
las grandes industrias. Los habitantes de Coatepec miran el desfile del
agua… siempre del otro lado del muro.
II
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Rio La Silla en donde se construye el estadio de FEMSA |
En Monterrey, Nuevo León, se vive una historia similar en las calles
de la zona metropolitana: la empresa Fomento Económico Mexicano (Femsa),
a la cual pertenece Coca Cola y hasta el 2012 tuvo alianza con Nestlé,
se ha hecho de un terreno importante en el parque La Pastora, asiento de
uno de los pocos mantos acuíferos subterráneos del área metropolitana
de Monterrey. En esta área, la empresa que actualmente utiliza para sus
procesos industriales agua traída directamente desde Saltillo, planea
construir un estadio de futbol.
Entre el tráfico de la ciudad, a tan sólo unos minutos del centro de
Monterrey y al pie del Cerro de la Silla, se encuentra el parque La
Pastora: un bosquecito rodeado de avenidas llenas de carros apretujados
en el tráfico y bordeado con colonias que alojan a cientos de familias.
Bajo la superficie del parque, una importante cantidad de agua ha
permanecido escondida y alejada de los ojos de los regiomontanos.
Durante años, esta reserva de agua permaneció oculta y su existencia no
se trató más que como un simple rumor. Actualmente, la tranquilidad del
sitio se ve perturbada por el movimiento: la empresa transnacional Femsa
adquirió una concesión por parte del Estado de Nuevo León para
construir en el terreno el imponente estadio de futbol que alojará al
equipo local de los Rayados de Monterrey.
Poco más de 500 trabajadores se reúnen todos los días bajo el sol
rabioso del verano y realizan diferentes tareas: se montan sobre
máquinas que excavan el terreno, acomodan y reacomodan las altas vigas
que soportarán la construcción del estadio, rellenan de concreto los
cimientos. Si se transita sobre la avenida Pablo Livas, justo a un lado
de donde se encuentra la obra todavía gris, se puede apreciar ya la
forma del estadio: ovalada, alta, majestuosa.
Las visitas a la construcción están restringidas y hace falta un
permiso tanto de la empresa Femsa como del Club de Rayados para poder
ingresar y recibir un tour por el interior del terreno, alrededor y al
interior del futuro estadio. Este tour es proporcionado con mucha
reticencia. En el recorrido ya se pueden apreciar unas gradas en donde
se sentarán las personas que paguen por un boleto para los partidos de
futbol o los que decidan adquirir abono. Justo arriba, señalan los
encargados del tour -trabajadores de las empresas constructoras
subcontratadas por Femsa- estarán los palcos vitalicios privados, cuyos
precios llegarán hasta los 13 millones de pesos. Los empleados dirigen
el tour hacia la zona donde se establecerán los restaurantes y las
tiendas de conveniencia, como si se tratara de la visita a un centro
comercial. En dirección contraria se encuentra el lugar en donde estarán
los vestidores de los jugadores y árbitros, incluido uno especial para
las mujeres árbitras.
Los que no pueden pasar las mallas metálicas son los aficionados del
equipo Rayados, quienes se conforman con pararse sobre las avenidas
circundantes o en el interior del parque La Pastora. Desde ahí observan
el futuro estadio y, con emoción en los ojos, platican que no pueden
esperar más para verlo terminado. “Se te pone la piel chinita”,
comenta uno de ellos.
III
Frente a su escritorio, en una pequeña oficina ubicada al sur de
Monterrey, uno de los propietarios de una de las compañías que se
encargan de la construcción del estadio, se niega a ser identificado con
su nombre por temor a represalias, pero confirma la existencia de los
mantos acuíferos bajo el terreno donde estará el estadio: “Sí existen,
pero no se tocan”. Los constructores fueron informados por los mismos
directivos de Femsa: deben mantener los mantos en buen estado. No se
pueden perforar, dañar o tocar y todas las maniobras de construcción
deben de realizarse con sumo cuidado.
El agua está en un terreno que temporalmente le pertenece a Femsa,
pero las leyes federales del país establecen que es un recurso federal,
por lo que la empresa no puede usarla a menos que obtenga un permiso de
Comisión Nacional del Agua (Conagua). De hecho, el equipo jurídico de
Femsa especifica esta circunstancia en el documento de impacto ambiental
que desarrolló para apaciguar a la Secretaría de Medio Ambiente y
Recursos Naturales (Semarnat) en el 2010: “Queda prohibido al
concesionario [...] explorar o construir pozos domésticos o industriales
para extracción de mantos freáticos y extraer o utilizar agua del Río
la Silla”.
De forma similar a lo sucedido en Coatepec, Veracruz, si quiere
perforar estos pozos, Femsa tan sólo necesitaría que Conagua le diera un
permiso que no tiene costo. La concesión del terreno de La Pastora a
Femsa es de 60 años, por lo que si buscan explotar un manto acuático
para sus labores, les quedarían 57 años para tramitar el permiso
correspondiente de Conagua.
IV
Claudia Gómez sale a regar sus plantas todos los días a eso de las
cinco de la tarde. Vive justo detrás del futuro estadio de los Rayados.
En la parte delantera de su casa, tres grandes árboles adornan la vista,
pero un espacio vacío en la acera recuerda la desaparición del cuarto.
Cuando la corriente del Río la Silla creció hace tres años, debido al
paso del devastador huracán Alex, el cauce se desbordó y arrastró todo
lo que encontró a su paso, incluido el arbusto de Claudia. El agua no se
llevó sólo árboles, sino también carros, mesas, sillas y hasta
colchones. Era un árbol grande, pesado. “Nomás que llueva otra vez así,
que nos venga otro huracán y va a volver a pasar- comenta-. Se va a
inundar la calle, se va a llevar más árboles y carros y va a ser peor”.
Claudia no es experta en el tema, pero esta información se la dejaron
saber ecologistas y activistas sociales que acudieron durante meses a
la zona de La Pastora para informar a los vecinos de los peligros que
corrían al tener el estadio ahí. “Se hicieron manifestaciones, fuimos al
Congreso, hicieron un chorro de cosas. Pero de todos modos lo
construyeron, ya sabes cómo funcionan todas esas cosas políticas”.
Fueron 26 hectáreas las que el Gobierno de Nuevo León cedió a Femsa
para la construcción del estadio. Éstas representaban una zona verde en
donde se podían encontrar diferentes tipos de vegetación, altos árboles
que servían como hogar para una cantidad importante de animales
pertenecientes a la zona. La Pastora es un pulmón urbano ubicado casi en
el centro del municipio de Guadalupe. Fue reducido en un proceso que
pasó inadvertido para la mayoría de la sociedad, excepto para los
ecologistas y los vecinos que ahora viven preocupados ante la
posibilidad de que los azote otra inundación como la que ocurrió el
verano del 2010. Temen que otra tormenta ponga en peligro no sólo sus
residencias, sino también su seguridad.
El agua que baja por los surcos del Cerro de la Silla atraviesa las
colonias que se encuentran en las faldas de la montaña y se encuentran
en un punto intermedio, en el parque La Pastora. Esto lo explica, frente
a la computadora de su oficina en El Barrio Antiguo de Monterrey, Jorge
Longoria, arquitecto urbanista miembro de la asociación civil Vertebra,
mientras observa con preocupación el mapa donde se muestran estas
corrientes de agua. “No sólo se van a inundar las colonias vecinas
cuando llueva”, sostiene mientras seña- la en el mapa el lugar en donde
se está construyendo el estadio. “También se les va a inundar el
estadio”. Jorge Longoria cree firmemente que el estadio no fue más que
la excusa perfecta que usó Femsa para hacerse de los mantos. La excusa
perfecta que, además de otorgarles en algún momento la oportunidad de
utilizar la importante cantidad de agua que se encuentra en el terreno
de 180 hectáreas, les traerá una derrama económica enorme, debido al
fanatismo por el futbol en Nuevo León. Además, la única cerveza que se
venderá dentro de las instalaciones será Heineken (empresa socia de
Femsa). A todo esto se deben sumar los futuros precios de los palcos,
los abonos y los boletos de entrada, que en la actualidad ya son
sumamente caros en el estadio del Tec de Monterrey y subirán aún más en
el nuevo hogar de los Rayados.
En Monterrey, Femsa utiliza agua traída desde Saltillo para realizar
sus procesos industriales, embotellamiento de agua y elaboración de
refrescos y cerveza, entre otros. Esto, con la justificación de que el
agua que llega desde el estado de Coahuila es más pura que la que
existe en Nuevo León, por lo que sale más barato el proceso de
depuración final.
V
En Coatepec, desde que las empresas pertenecientes a Femsa
absorbieron el agua y forzaron al gobierno local a solicitar
abastecimiento en Puebla, se suscitaron algunos problemas en la zona. En
una ocasión, a inicios del 2012, los habitantes de Puebla decidieron
que el agua de su estado era suya y no tenían por qué otorgársela a otro
estado sólo porque los gobernantes habían llegado a un acuerdo en
alguna ocasión. En Sonora ocurrió un fenómeno similar cuando al quedar
seco Hermosillo, el gobernador Guillermo Elías Padrés elaboró un
proyecto llamado Acueducto Independiencia para traer agua a su estado
desde la cuenca de Ciudad Obregón y los territorios de los Yaquis. Las
peleas siguen aún hoy en día por parte de las tribus y los ciudadanos
que claman porque se deje de agotar indiscriminadamente todas las
cuencas del estado en lugar de establecer un proceso de regeneración del
agua local.
La presión de las llaves, de las regaderas y de los lavamanos se vio
disminuida en Xalapa. La ciudadanía temió por la falta del líquido.
Durante dos semanas, sólo era posible acceder a un pequeño chorro que
viajaba lentamente por las tuberías hasta los hogares xalapeños. “Nos
teníamos que bañar con cubetas”, recuerda Don Manuel, sentado en las
escaleras de la catedral, frente al Palacio Municipal de Coatepec,
mientras observa a sus compañeros que frente al Ayuntamiento sostienen
carteles con consignas de “No más promesas”. Al recordar el corte de
agua que vivieron meses atrás, Don Manuel se ríe: “Ni en el rancho,
cuando era niño. Al menos allá se podía uno meter a bañar al río”.
Mientras ordena una taza de café en un típico y acogedor restaurant
en el centro de Xalapa, Rafael Arías Hernández, profesor de la
Universidad de Veracruz, define como grave lo que sucede en la zona. Ve
una falta de interés por parte de los ciudadanos: “en Veracruz tenemos
mucho escurrimiento de agua. Lo chistoso es que también a los
veracruzanos se les escurre todo. No les importa la situación”. Los
cerros que rodean Xalapa son verdes. Los jardines, las plazas y las
plantas que adornan la ciudad muestran la misma tonalidad de colores
vivos que rara vez se pueden encontrar en Monterrey. “Hay mucha agua,
pero se puede ver que ya empezó la sequía”. Es difícil, si se observa
con un ojo inexperto, ver la sequía a la que se refiere ya que la sequía
de Veracruz es más tangible a la hora de beber agua. “El agua de los
lavamanos, de las mangueras y de la regadera no es potable”, advierte.
En Xalapa no pasean las personas por las calles y abren una manguera
para poder saciar su sed cuando se vuelve insoportable: podrían enfermar
con demasiada facilidad. El agua embotellada es su única opción y quien
la vende es la misma empresa que se apoderó de sus aguas, a precios
ridículos. Una botella de agua en Veracruz puede costar lo mismo que una
cerveza de Femsa.
A ocho kilómetros de Xalapa, entre montañas y valles se encuentra
Coatepec, famoso por su café de altura. Existe la broma entre sus
habitantes de que cuando se toma el camión de Xalapa hacía el pequeño
pueblito, uno puede saber que la parada se acerca porque se empieza a
percibir el aroma a café tostado en las cafeterías… y es cierto. En cada
calle del centro se pueden encontrar al menos tres o cuatro cafeterías
por cuadra. Las fincas de café rodean la zona y los cafetaleros son
personas respetadas y reconocidas por su trabajo. El café, además del
turismo, es su principal fuente de ingreso.
Javier, un hombre mayor de 60 años, trabaja en el Museo del Café,que
también funciona como finca de cultivo que perteneciente a la familia
Apan, reconocida por tener un café de calidad. Javier ha trabajado toda
su vida en torno al café y probablemente así morirá. Su hijo, sin
embargo, trabaja para Coca Cola. “La empresa se acaba el agua, pero al
menos da trabajo”, observa Javier.
Cuauhtémoc Apan, su jefe, se muestra de acuerdo con él pero es más
atinado y directo a la hora de señalar la falta de agua de la región:
“¿Cómo puede ser posible que siendo Veracruz tan rico en agua, el agua
que reciben para uso humano deba de ser llevada desde Puebla?”, medita
recargado en la pared en las afueras de su casa, que al igual que el
resto de los domicilios en la zona, se encuentra rodeada de plantas
verdes. “Es preferible que falte agua para riego y ganadería, que para
uso humano. Y eso es lo que pasa aquí”.
Gobierno de NL: es lamentable la clausura del predio donde Femsa proyecta un estadio
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