Políticas de pobreza y hambre
La pobreza y el hambre “tienen rostro de niño o de mujer”. Alicia Bárcena.
Sea la crisis, la política aplicada o la dependencia con Estados Unidos, hay algo que no funciona en la economía mexicana. Mejor dicho, funciona muy bien para unos cuantos, pero muy mal para la mayoría de la población. Pero así funciona el sistema bajo un modelo que es excluyente por naturaleza.
De ahí que no sorprenda el número de pobres, al margen de definiciones y clasificaciones, que se suman día con día. Hoy, con la novedad de la administración priista, de que en el debate se suma el hambre, más una realidad que concepto. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en dos años el número de pobres creció en 3.1 millones, al pasar de 48.8 millones a 51.9 millones de personas, aunque expertos como Julio Boltvinik, del Colegio de México, cifran el número de pobres hasta en 80 millones.
Lo anterior se demuestra con el hecho de que sólo dos de cada 10 mexicanos no son considerados pobres ni tienen alguna carencia relacionada con las vivienda, educación, salud y acceso a la seguridad social, de acuerdo al mismo Coneval.
En este contexto operará la Cruzada Nacional contra el Hambre, cuya primera etapa comprende 400 municipios, incluyendo dos delegaciones del Distrito Federal. Sin embargo, la cruzada no resolverá por sí misma el problema de la pobreza en México, advirtió la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena.El empleo con derechos es “la llave maestra para salir de la pobreza.
Una vez que se sale de la pobreza extrema, se necesitaría de otro tipo de proyectos que estén asociados al ingreso, a la productividad y a impulsar el emprendedurismo de los hogares, agrega la funcionaria de las Naciones Unidas (El Financiero, 20-2-2013).
Con todo, uno de cada cinco mexicanos vive con hambre, es decir, 22 millones que no cuentan con una alimentación adecuada. A pesar de que es la décimo cuarta economía del mundo, medida por su producto interno bruto (PIB), México ocupa el lugar 81 en cuanto al poder de compra de sus habitantes, según el Banco mundial (La Jornada, 20-2-2013)
Lo cierto es que, con la aplicación puntual de la política económica de(re)corte neoliberal, que en México campea desde hace tres décadas, la pobreza y el hambre son el resultado de un proceso de estancamiento con inflación, en que el abandono del campo se refleja en la dependencia alimentaria –los precios de los alimentos son mayores al índice general de precios— y desempleo cuando no del insuficiente ingreso y la precarización de las condiciones de trabajo y de vida de la mayoría de la población.
Para comprender lo anterior, apoyémonos en tres textos, que tienen en común explicar la realidad.
El primero ya tiene tiempo, pero es pertinente porque se refiere al binomio pobreza-hambre, que es el eje de la política social de la actual administración. Morir en la miseria (Editorial Océano. México. 2009), sobre los 14 municipios más pobres del país, de periodistas que coordinó Miguel Badillo.
El capítulo: Desplazados por el hambre, de Zósimo Camacho, se resume así: “Me’phaa, un’saavi y hahuas abandonan por decenas de miles la Montaña de Guerrero. Andrajosas familias enteras cargan con su patrimonio –sacos de maíz, petates bolsas de harapos— y dejan a cientos de pueblos desolados. Es el humillante viaje de más de 2,000 kilómetros que los llevará como peones acasillados, a las plantaciones de empresas transnacionales. Su destino son campos de concentración, capataces, guardias blancas y tiendas de raya en su propio país”. El colonialismo interno, como hace un siglo, si no hubiera sucedido una revolución…
Otro texto es de reciente aparición y es de Carlos Tello y Jorge Ibarra: La revolución de los ricos (Facultad de Economía de la UNAM. México. 2012), que en sentido estricto es una contrarrevolución teórica y, por tanto, ideológica y política, que se expresa en un gobierno del uno por ciento, por el uno por ciento y para el uno por ciento de la población, como dejó de manifiesto el movimiento contestatario Occupy (Ocupa) Wall Street –corazón del capital financiero global—, contra la reconcentración del ingreso y la riqueza que significa la crisis, a favor de los ricos del mundo.
Entre otras preguntas, los autores responden: “¿Cómo impusieron sus ideas sobre la enseñanza de la economía y el diseño de la política económica?” Un recetario conocido: aumento de impuestos, de carácter regresivo a favor de los pocos ricos, y recorte en el gasto social (educación, salud, vivienda), para problemas e historias diferentes en el mundo. Lo mismo en Europa que en América Latina y el norte de África. O en el corazón del capitalismo, Estados Unidos.
No sorprende que los jóvenes, los más afectados por la crisis y el recetario, se hayan organizado y elevado su voz. Pero, a medida que se van profundizado las políticas de austeridad para los pobres, el movimiento se va radicalizando, y se transforman en antisistémicos, pues las verdaderas y duraderas soluciones de las crisis se hallan fuera y contra el sistema capitalista. En este sentido, el papel del Estado, que revela su carácter de clase, a favor de los intereses del capital, ya no suficiente tan siquiera de organizar la recuperación a favor de recuperar la tasa de ganancia.
No existe la recuperación que no sea a través de la mayor explotación del trabajo. Allí están, de muestra, las reformas laborales, cuyas manifestaciones primeras son la reducción de los salarios (precio de la fuerza de trabajo), la desaparición de las prestaciones sociales y el desempleo, que eso es lo que significan las condiciones de precarización del trabajo y la vida. Véase, de Adrián Sotelo Valencia: Los rumbos del trabajo. Superexplotación y precariedad social en el siglo XXI (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. México. 2012).
Los libros de Tello-Ibarra y de Sotelo se presentaron en los primeros días de la XXXIV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (hasta el 4 de marzo).
La aplicación de la medicina de la austeridad, en medio de la recesión, es contraindicada: la agrava antes de aliviarla. Lo estamos viendo/sufriendo. “La austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte y sólida recuperación” (Tello e Ibarra dixit), y no antes. Una lección elementalque ignoran los neoliberales:
Por eso, medidas como la cruzada del hambre, con las mismas políticas –por ejemplo, sin cambiar la estructura productiva en favor de la economía campesina—están condenadas al fracaso. Se quedará, como siempre, en pura palabrería.
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