@Epigmenio Ibarra
¿Que podían seguir sumando mentiras, simulaciones, infamias amparados por un poder del que, a la mala, se hicieron?
¿Que, apantallados por la tv, lo aceptaríamos mansamente todo?
¿Que terminaríamos por acomodarnos, por rendirnos, por creerles?
¿Que abrumados por la derrota electoral y su “regreso sin gloria” nos acostumbraríamos a que ellos y sus malas mañas fueran, de nuevo, parte sustantiva del paisaje nacional?
¿Que resignados aceptaríamos la ilegalidad como norma, la corrupción y la impunidad como única forma de vida?
No. Esto apenas empieza.
Ya va siendo hora de que las mexicanas y los mexicanos que en las pasadas elecciones presidenciales lucharon, desde distintos frentes y con distintas banderas, por impedir el retorno al pasado autoritario se sacudan la depresión.
Ya estuvo bueno de lamerse las heridas; de darlo todo por perdido. De bajar la cabeza y andarse lamentando. Esto, insisto, apenas empieza.
Ya va siendo hora de sumar fuerzas y ponerles un alto a esos que, por décadas, han ensangrentado y saqueado al país.
Ya va siendo hora de alzar la voz con dignidad y firmeza en defensa de lo que es nuestro; de movilizarnos por la democracia por la que hemos luchado, de exigir la justicia que merecemos, de preservar y ampliar la libertad que nos hemos ganado tan duramente.
Ya va siendo hora de dejar atrás lo que nos ha separado; lo que, al mantenernos en compartimentos estancos, les pavimentó, otra vez, el camino de regreso.
Se quedaron con la Presidencia, es cierto; pero hoy lo que está en juego es el país.
Y, además, jamás se trató tan solo de la Presidencia, del destino de un hombre, sino del de millones de mujeres y hombres.
¿Vamos a permitir que hagan con México lo que les dé la gana?
¿Vamos a tolerar que destruyan el futuro de nuestros hijos y nietos tanto como destruyeron nuestro pasado y el de nuestros padres?
¿Les daremos oportunidad de fracasar de nuevo y de arrastrarnos a todos en su caída?
Volvieron a Los Pinos es cierto, pero tienen que saber, tenemos que hacerles saber, que ya no será lo mismo.
Que no será el suyo un paseo dominical.
Que no podrán rematar lo poco que a la nación le queda.
Que no podrán perpetuarse impunemente en el poder.
Su rostro, por más que sus publicistas nos lo restrieguen a todas horas, no tiene nada de nuevo. Sigue siendo el mismo.
Basta ver como actúan. Abrir los periódicos del pasado y ver a muchos de esos que dicen ser parte del nuevo PRI vinculados a escándalos de corrupción o a crímenes aún peores.
El rostro del país, en cambio, sí ha cambiado. Nosotros ya no somos los mismos.
A las libertades conquistadas no se renuncia.
Tampoco a la experiencia adquirida tras largos años de lucha democrática.
Respiramos, brevemente si se quiere, pero respiramos aires de libertad.
De algo sirvió, al menos una vez, nuestro voto.
Probamos por unos meses la democracia; vimos al PRI a punto de desbaratarse. Vislumbramos la completa desaparición del régimen autoritario. Lo creímos posible.
Luego Vicente Fox, el hombre que traicionó a México y canceló la transición a la democracia, volviéndose su cómplice, en lugar de llegar al fondo con el asunto del Pemexgate, le salvó la vida.
De la mano del PRI y para hacerle el trabajo sucio, para imponernos la guerra, se robó Felipe Calderón la Presidencia.
No le dejamos, sin embargo, consumar su tarea. Interpusimos el veto ciudadano; frenamos sus reformas, paramos su intentona de privatizar Pemex.
No nos alcanzó la fuerza para impedir la imposición de Peña Nieto ni detener su guerra. Menos para someterlo a juicio. Pero no cejamos.
A la memoria no renunciamos.
Menos todavía podemos renunciar a esas calles por las que, hace apenas unos meses, corrieron ríos de gente esperanzada.
No se renuncia a los sueños. A la aspiración legitima de un México en paz con justicia y dignidad.
Hacerlo es morir y aunque por estos lares la vida no valga nada, no veo a este país marchando voluntariamente hacia un suicidio colectivo.
Ya les hemos permitido demasiado, es cierto.
Han demolido, hasta sus cimientos, todas las instituciones del Estado. Ninguna, pese a lo que digan sus estudios de opinión, se salva.
Celebran una Constitución de la que se burlan continuamente.
Hablan de una paz, que a punta de fusiles, destruyeron y que, como ellos no ponen los muertos, a fin de cuentas no les importa.
Un poco más de dos meses han pasado desde que se realizó la transacción entre una Presidencia robada y una Presidencia comprada. La supuesta luna de miel de los primeros días ha resultado un fracaso.
Hoy, en medio de una tragedia nacional como la explosión ocurrida en la Torre de Pemex, se permiten irse de vacaciones o hacer chistes.
Entre el se “matan entre ellos” de Calderón y “la maleta peligrosa para hombres” de Murillo Karam hay en común el mismo desprecio por la vida, la frivolidad y la convicción de que lo pueden todo.
Ya estuvo bueno. ¿No cree usted amigo lector?
Es la hora de la organización. De la protesta pacífica pero firme. De poner coto a sus abusos, de continuar el camino hacia la transformación profunda de este país herido y tantas veces traicionado.
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