por Nancy Flores
CONTRALINEA
Este artículo es la continuación de los siguientes artículos de la misma periodista :
1. « Una farsa, la "guerra" contra el narco »
2. « Con Calderón, sólo 114 consignados del cártel de Sinaloa »
3. « Calderón no combate crimen organizado »
Impresa en la piel o abrazada al cuello en forma de relicario, la santa muerte es la compañera de los 14 jóvenes internados en la Comunidad Alfonso Quiroz Cuarón –considerada el penal de máxima seguridad para menores infractores del Distrito Federal–; también, toda su esperanza.
Además del cautiverio, sus historias comparten condiciones. A diferencia de los niños ricos que se drogan y delinquen, ellos sí pisaron la cárcel: sus padres no tuvieron influencias para evitarles el castigo, no compraron jueces, ni siquiera juntaron lo suficiente para pagar el abogado. Sí, son pobres.
Se les juzgó culpables cuando apenas tenían 15, 16 o 17 años. El día que arrebataron una vida, la privaron de su libertad o despojaron algún bien, estaban en el viaje o querían estarlo. El dinero sólo servía entonces para adquirir la piedra, el churro, la grapa, la tacha o el chocho. “El barrio se los come”, dice la madre de uno de ellos.
El viaje se les transformó en un espacio donde prevalecen el cemento, las rejas, los candados, las altas paredes color amarillo, un par de árboles, los puestos de vigilancia… La nada, sobre todo los jueves, “días lúdicos”. En el ambiente, el reguetón a todo volumen.
Los sábados es un poco diferente. Si se tiene suerte, se le dedican a la visita; si no, a la depresión. Así es el lúgubre rostro del Quiroz Cuarón, infiltrado por un sol indolente. Estancias grises, grises futuros.
El tiempo aquí parece no correr, y el castigo, pesar igual a todos. Los 14 jóvenes retan con la mirada; con la sonrisa, marcan su territorio. Sus rostros duros, sus escuetas respuestas y su silencio dejan ver el hastío por tanto interrogatorio. Tal vez, por lo que han vivido, los niños del Quiroz Cuarón habitan también una impenetrable fortaleza interior.
Cuatro años o 30 días faltarán para salir, pero Torcido, Changuito, Ligas, Soumaya anhelan ser libres con la misma intensidad que Tun Tún, Michoacano, Chel, Chente, Paco…
Cuando abandonen la comunidad Quiroz Cuarón, cuando al fin se hagan de su libertad, ¿cuántas oportunidades tendrán de estudiar o trabajar? ¿Cuántas veces les ofrecerán la dosis de marihuana, cocaína, heroína o cualquier otra droga dura?
Sin prevención social del delito
A tres años de iniciada la guerra antinarcóticos en México, es más fácil para los adolescentes y jóvenes adquirir drogas ilegales y delinquir que ingresar a la preparatoria, a la universidad o tener un empleo formal.Más de 7 millones, llamados peyorativamente ninis, carecen de escuela y de trabajo, admite el Instituto Mexicano de la Juventud. Además, 17 de cada 100, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 18 años, emigran al extranjero para emplearse en lo que sea.
De acuerdo con el estudio Panorama laboral 2009, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo, el año pasado la tasa de desocupación de los jóvenes mexicanos fue tres veces más alta que la de los adultos.
En cambio, lo que sí encuentran en sus barrios, sean ricos o pobres, son estupefacientes. Tan sólo en el Distrito Federal existen, al menos, 2 mil 11 puntos de venta de drogas al menudeo (o tienditas), estima la Procuraduría General de la República.
Edgardo Buscaglia critica que la guerra antinarcóticos que libra el presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa –a la cual califica de “farsa mediática”– no incluya, entre otras estrategias, la de la prevención social de la delincuencia organizada.
De acuerdo con datos de consultoras en materia de seguridad e inteligencia, en el país unas 500 mil personas están enroladas en los cárteles del narcotráfico: alrededor de 300 mil, en el cultivo de enervantes; unos 150 mil, en cargos operativos, y unos 50 mil son mandos. Aproximadamente 80 mil son jóvenes, señala Buscaglia.
El experto en temas de seguridad y académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México refiere, sin embargo, que los factores ligados a educación, a falta de alternativas de vida y laborales, así como las adicciones ni siquiera se tocan de manera coordinada en el gobierno federal.
“Eso le da una mano de obra muy barata a los cárteles mexicanos: tienen a cientos de miles de jóvenes empobrecidos, marginados, que caen en las garras de estos grupos. Más de 80 mil jóvenes hoy le sirven de base operativa a los cárteles mexicanos. Son mano de obra barata.”
Buscaglia refiere que, si bien esas medidas de prevención social no tendrían efectos en los miles de jóvenes ya cooptados, sí rescatarían a las futuras generaciones: a los niños de 12 años que actualmente no tienen oportunidades. “Hoy no se está haciendo absolutamente nada al respecto”.
Indica que en Cali, Colombia, se aplican este tipo de medidas. Allá, dice el investigador, las secretarías de Hacienda, Salud, Educación y Desarrollo Social neutralizan los factores de riesgo que hacen que cientos de miles de jóvenes se deslicen como hormigas a las pandillas y, eventualmente, a los grupos criminales.
Adicciones, tema pendiente
El International narcotics control strategy report 2010, publicado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, señala que el consumo doméstico de drogas está aumentando en México. “Se estima que 3.5 millones de mexicanos han utilizado drogas y que casi 600 mil se han convertido en consumidores dependientes de éstas”.El historiador, doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y posdoctor por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, Francia, Carlos Antonio Aguirre Rojas, señala que se hace gran escándalo mediático por el crecimiento del consumo de drogas para tratar de justificar la supuesta lucha del Estado mexicano contra el narcotráfico.
—Se dice que están en todas las esquinas pero, aunque sí hay un crecimiento en términos absolutos, eso no justifica el despliegue infernal de la campaña del Estado contra las drogas. Es parte de una campaña mediática.
El también investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM indica que este país no es un gran consumidor de drogas, sino que es fundamentalmente de tránsito.
Agrega que “se está haciendo una guerra como si México fuera uno de los principales países productores de drogas o si fuera de manera muy relevante consumidor de drogas, cuando no es ninguna de las dos cosas”. El grado de violencia que se ha desatado, explica, “no se justifica porque sólo somos un país de tránsito de las drogas”.
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