‘Es posible combatir el Alzheimer incorporando a nuestras vidas hábitos saludables’
José Luis Cantero es director del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la UPO.
Cada 4 segundos se diagnostica un caso de demencia. En un 60% de esos
casos es Alzheimer, una enfermedad que afecta a más de 3,5 millones de
personas en España, entre quienes la padecen directamente y sus
familiares cuidadores. Su origen y causas son aún desconocidas, aparece
durante el envejecimiento, se diagnostica tarde y no existe ninguna
medicación efectiva en la actualidad. Con motivo del Día Mundial del
Alzheimer, que se conmemora el 21 de septiembre, el profesor de la UPO
José Luis Cantero nos habla en esta entrevista de sus investigaciones
centradas en la prevención y diagnóstico temprano de esta enfermedad,
unos estudios esperanzadores que podrían significar el retraso de la
evolución de esta enfermedad en personas en alto riesgo de padecerla.
Usted es especialista en el estudio de la enfermedad de Alzheimer ¿En qué se centran sus investigaciones?
La enfermedad de Alzheimer comienza a gestarse en el cerebro décadas
antes de su diagnóstico clínico. Nuestro grupo de investigación trabaja
en la detección precoz de esta enfermedad mediante la combinación de
marcadores cognitivos, biológicos, electrofisiológicos y de imagen
cerebral. En último extremo, tratamos de obtener marcadores que permitan
detectar aquellas personas en riesgo de padecer esta enfermedad con
unos años de antelación. Esto permitirá avanzar no solo en su
diagnóstico precoz sino también empezar a soñar con su prevención y con
el desarrollo de terapias tempranas efectivas.
¿Cómo lleva a cabo estas investigaciones centradas en ver qué factores diferencian el envejecimiento normal del patológico?
Existe una amplia gama de técnicas que te indican cómo evoluciona el
envejecimiento en el cerebro, y si esta evolución se acerca a la
normalidad o, por el contrario, está alterada por lesiones
neurodegenerativas. Las técnicas de imagen cerebral en combinación con
otros marcadores biológicos y cognitivos han supuesto una revolución sin
precedentes en este campo. Nuestra investigación emplea estos
marcadores casi una década antes de que se pudiera producir el
diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer en personas mayores con
problemas de memoria. Les hacemos un seguimiento anual y así obtenemos
una película real de lo que va ocurriendo en su cerebro, hasta que
algunos acaban siendo diagnosticados con la enfermedad.
¿Cómo saben que esa persona puede desarrollar la enfermedad de Alzheimer?
Realmente no lo sabemos, ya que el diagnóstico clínico se realiza
cuando la enfermedad está ya muy avanzada y presenta una sintomatología
inconfundible. Llegados a este punto, no hay marcha atrás, el cerebro
está ya demasiado dañado. Nosotros estudiamos la fase presintomática y
prodrómica de la enfermedad, que es cuando una persona mayor, o su
familia, empieza a notar que tiene problemas de memoria que le impiden
realizar determinadas rutinas cotidianas. Estas personas proceden de
centros de mayores de diferentes ayuntamientos de la provincia de
Sevilla, aulas de mayores, como el aula de la UPO, o de diferentes
hospitales o clínicas privadas de Sevilla. Se les informa a ellos y a
sus familiares de las investigaciones que estamos llevando a cabo y
pasan por un exhaustivo examen neurológico, radiológico y
neuropsicológico antes de entrar en el estudio, esto nos permite estar
seguros que ese deterioro cognitivo no está causado por enfermedades
ajenas al envejecimiento y a lesiones neurodegenerativas tempranas.
¿Qué características médico-sociales tiene la enfermedad de Alzheimer?
Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que tiene un alto
impacto emocional, psicológico y físico, social y también económico para
el paciente y su entorno. Es una enfermedad caracterizada por lesiones
que afectan directamente a las células nerviosas y a sus conexiones
sinápticas, y cuyo factor de riesgo más importante es el envejecimiento.
A menudo, el Alzheimer se diagnostica cuando ya lleva varios años de
evolución, porque su síntoma fundamental, la pérdida de memoria, puede
confundirse con el deterioro propio del envejecimiento natural. Por ello
es tan importante el diagnóstico precoz, porque sabemos que cuando el
Alzheimer se manifiesta clínicamente las lesiones han destruido ya
muchos circuitos cerebrales esenciales para la memoria, el lenguaje,
etc. Anticiparnos a este “desastre”, nos permitiría iniciar tratamientos
en fases preclínicas, cuando el cerebro todavía maneja mecanismos
compensatorios para salir del paso de las primeras lesiones de la
enfermedad.
En vuestras investigaciones también habéis estudiado la
relación que existe entre el ciclo vigilia-sueño y la enfermedad de
Alzheimer ¿Qué datos habéis obtenido?
La pérdida de memoria no es el único síntoma que ocurre en los años
previos al diagnóstico clínico de la enfermedad, los problemas de sueño
son otro aspecto relevante a tener en cuenta. Nuestros experimentos
muestran que las personas mayores con deterioro cognitivo leve, es
decir, de 3 a 5 años antes de que se realice el diagnóstico clínico de
la enfermedad de Alzheimer, tienen un sueño más fragmentado y menos
cantidad de sueño REM, aspectos que se ven agravados en aquellas
personas mayores con deterioro cognitivo que, además, tienen un riesgo
genético de padecer Alzheimer. Estas evidencias ya eran conocidas en los
pacientes con Alzheimer, pero el hecho que las hayamos podido
determinar años antes del diagnóstico abre nuevas vías de investigación
muy interesantes. Además, los estudios con modelos animales apuntan en
la misma dirección: existe una relación entre la presencia de las
primeras placas seniles y la aparición de las alteraciones del sueño.
Necesitamos realizar más experimentos para entender mejor esta relación y
cómo incide en la evolución de la enfermedad.
Al ser una enfermedad que de momento no tiene un tratamiento
eficaz, ¿qué información puede proporcionar, de cara a posibles factores
de riesgo, el estudiar la evolución de los síntomas una década antes?
La idea que empieza a emerger después de décadas de estudio es que
diferentes hábitos de vida, como la alimentación y el ejercicio físico,
podrían modificar la probabilidad de desarrollar la enfermedad de
Alzheimer. Hoy sabemos que las personas mayores con problemas leves de
memoria tienen una dieta caracterizada por déficits en vitamina B y C, y
ácidos grasos poliinsaturados Omega-3, además de tener una menor
adherencia a la dieta mediterránea. También observamos que las personas
mayores con altos niveles de colesterol y de triglicéridos presentan
lesiones cerebrales similares a la de los pacientes con enfermedad de
Alzheimer. Por lo tanto, se trataría de combatir la enfermedad de
Alzheimer desde un paradigma diferente, desde la prevención, mediante el
fomento de hábitos de vida saludable a partir de los 50 años, o incluso
antes. Esto implicaría un cambio en el sistema sanitario, que nos
llevaría a centrarnos en la prevención y en la “medicina personalizada”,
que resultará mucho más rentable a medio-largo plazo.
Usted ha recibido recientemente la beca “Dr. Don Pedro Albert” otorgada por IENSA ¿en qué consiste la investigación premiada?
Este proyecto trata de detectar con técnicas de neuroimagen las
lesiones que se producen en la sustancia blanca del cerebro de personas
que se encuentran en la fase previa al diagnóstico de la enfermedad de
Alzheimer. La sustancia blanca está formada por fibras nerviosas que
conectan diferentes regiones cerebrales, y la integridad de esa
conectividad facilita el que una función cerebral se desarrolle
adecuadamente. Es un premio que me hace mucha ilusión por el hecho que
un centro privado de nuestra ciudad haya apostado decididamente por la
investigación preclínica en la enfermedad de Alzheimer.
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