Aclaración habiamos consignado en esta pagina una censura a la columna del periodista Epigmenio Ibarra, por parte de Milenio rectificamos ahora SI publicarón su columna aqui el vinculo
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9152393
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Epigmenio Ibarra grabando la marcha del #Yosoy132, foto pulso ciudadano |
Muy caro pagó el país haber aceptado
que, luego de unas elecciones viciadas de origen, llegara al poder
Felipe Calderón Hinojosa.
Rasgaron entonces sus vestiduras los
medios, las buenas conciencias, los poderes facticos. Quienes resistimos
fuimos tachados, como hoy, de necios, de resentidos, de revoltosos.
Al final, “haiga sido como haiga sido”,
se instaló en el poder un hombre que no fue elegido por la mayoría de
los ciudadanos. Al final la democracia mexicana sufrió un golpe casi
mortal.
Sólo la tenacidad de Andrés Manuel López Obrador la mantuvo con vida al conducir la resistencia dentro de los límites de la legalidad institucional.
Como Cuauhtémoc Cárdenas, en el 88, López Obrador no cayó en la tentación de promover la insurrección. Puso al país y a la paz por encima de sus intereses personales y partidarios.
Fue, paradójicamente, el que lo tachaba de ser “un peligro para México”; Felipe Calderón el que ensangrentó a México.
Para legitimarse lanzó al país a una guerra insensata contra un enemigo que, hoy por hoy, está más fuerte que nunca.
¿Vamos a permitir que suceda otra vez?
¿Cuál será el costo que deberemos pagar
los mexicanos si llega al poder, pese a todas las irregularidades
registradas en el proceso electoral, Enrique Peña Nieto?
¿Por qué, me pregunto, debemos aceptar la imposición?
Aunque Peña Nieto lo niegue y los medios
nacionales, salvo honrosas excepciones, lo callen lo cierto –y sobran
las evidencias- es que el PRI realizó una gigantesca operación de compra de votos.
Luego de excederse en los límites
legales de gasto de campaña el PRI y Peña Nieto consideraron que al
bombardeo propagandístico había que reforzarlo comprando los votos de
centenares de miles, quizás de millones de mexicanos.
Fue tan grande la operación que no pudieron borrar sus huellas.
Huellas que la autoridad se niega a seguir pese a que, quizás, se configuren ahí otra serie de delitos (lavado de dinero, asociación delictuosa) pero que los ciudadanos no perdemos de vista.
Nunca antes tantos millones habían
observado, como lo hicieron hoy, articulando sus esfuerzos a través de
las redes sociales, una elección.
Nunca antes se habían acumulado tal cantidad de videos, testimonios, fotografías que documentan la compra del voto.
Nunca habían circulado tan profusamente dichas evidencias y jamás habían sido conocidas por tantos millones de personas.
De las redes esta información ha saltado
a las páginas de la prensa internacional. Hoy mandatarios extranjeros
que se apresuraron a reconocer a Peña Nieto se ven exhibidos por esos
medios.
Cayeron estos mandatarios víctimas de la
operación montada por Josefina Vázquez Mota, Gabriel Quadri, el
presidente del IFE Leonardo Valdés y Felipe Calderón.
Haciendo caso omiso de las denuncias y con un margen ínfimo de votos contados, estos personajes con el apoyo de la TV , dieron por buenas las elecciones y por ganador a Peña Nieto.
De inmediato comenzaron a circular las acusaciones y amenazas; las burlas y descalificaciones contra López Obrador y contra los que lo apoyamos.
“No sabe aceptar la derrota”, “Otra vez
se plantará en Reforma”, comenzó a escucharse en la radio y la TV
mientras el tono histérico de los “analistas” iba en ascenso.
Olvidan quienes se burlan o condenan la resistencia a la imposición que impugnar las elecciones es un derecho y que, habida cuenta de las irregularidades registradas, es un deber ciudadano.
La derrota no la ha sufrido López Obrador. Los derrotados hemos sido todos nosotros, hayamos votado por él o no. La derrotada es, otra vez, la democracia mexicana.
Se han burlado de nuevo de nosotros esos
que durante décadas hicieron del fraude y la corrupción el sello
distintivo de la “democracia” en nuestro país.
Al pasado nos encaminamos desde la misma
campaña electoral y en el pasado nos instalamos cuando miles de
ciudadanos fueron coaccionados, chantajeados, comprados.
En el pasado comenzamos a vivir cuando periódicos y canales de TV hicieron de las encuestas uninstrumento para torcer la voluntad ciudadana creando la percepción de que la elección estaba decidida.
Con una disculpa quieren hoy medios y
encuestadoras cerrar el caso. Como si no hubieran metido las manos en el
proceso electoral; como si no tuvieran que dar cuenta de sus actos.
Se le ha robado, a esos que se
vendieron, su dignidad. Aprovechándose de la miseria, por unos pesos,
doblegaron su voluntad; los humillaron.
También nosotros fuimos humillados. También nuestra dignidad ha sido pisoteada.
Callar, en estas condiciones, es conceder y conceder es traicionar.
Nunca llamé, nunca llamaré “presidente” a
Felipe Calderón. Tampoco puedo hacerlo con aquel, que como Peña Nieto,
pasando encima de la ley, atropellándonos, quiera sentarse en la silla.
No debe ser la TV, no debe ser el dinero
el que decida quien habrá de gobernarnos. Sólo con los votos
mayoritarios; libremente emitidos, escrupulosamente contados, puede
alguien acceder al poder.
No podemos, so pena de
perdernos, de hacernos cómplices de un crimen de lesa democracia,
permitir la imposición sin pelear, dentro del marco legal y de forma
pacífica, con denuedo y determinación.
Nos lo debemos. Se lo debemos a nuestros
hijos. A este país ensangrentado y roto que debemos rescatar y cuya
democracia debemos construir.
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