hechos en el terreno: nunca más podrán Washington y Tel Aviv tronar los dedos y esperar que los árabes caigan de rodillas. Estados Unidos ha perdido su posición de dominio en Medio Oriente. La farsa terminó: el
proceso de paz, el
mapa de ruta, los
acuerdos de Oslo: todo ha pasado a la historia.
Palestinaes un Estado de fantasía, imposible de crear ahora que los israelíes han robado tanta tierra árabe para sus proyectos coloniales. Si no lo creen, echen una ojeada a Cisjordania: las enormes colonias israelíes, las perniciosas restricciones a la construcción de hogares palestinos de más de una planta, el corte hasta de los sistemas de desagüe como castigo, los
cordones sanitariosjunto a la frontera jordana y las carreteras exclusivas para colonos israelíes han convertido el mapa de Cisjordania en el destrozado parabrisas de un auto chocado. A veces sospecho que lo único que impide la existencia del
gran Israeles la obstinación de esos molestos palestinos.
Ahora, sin embargo, hablamos de asuntos que van mucho más allá. Esta votación en la ONU –sea la Asamblea General o el Consejo de Seguridad, en cierto sentido no importa– dividirá a Occidente –separará a los estadunidenses de los europeos y de decenas de otras naciones– y también dividirá a los árabes de los estadunidenses.
Pondrá de manifiesto las diferencias en la Unión Europea, entre los europeos del este y del oeste, entre Alemania y Francia (la primera apoya a Israel por todas las acostumbradas razones históricas, la segunda está asqueada por el sufrimiento de los palestinos) y, desde luego, entre Israel y la Unión Europea.
Una gran indignación se ha creado en el mundo durante décadas de poderío, brutalidad militar y colonización israelí; millones de europeos, aunque conscientes de su responsabilidad histórica por el Holocausto y de la violencia de algunas naciones musulmanas, ya no se amilanan de criticar para no ser tildados de antisemitas. Existe racismo en Occidente –y me temo que siempre lo habrá– contra musulmanes y africanos, así como contra judíos. Pero, ¿qué son los asentamientos israelíes en Cisjordania, en los que ningún palestino puede vivir, sino una expresión de racismo?
Desde luego, Israel comparte la tragedia. Su demencial gobierno ha llevado a su pueblo a este camino de perdición, apropiadamente resumido en su sombrío temor a la democracia en Túnez y Egipto –qué típico es que su principal compañero en esta estupidez sea la espantosa Arabia Saudita– y en su cruel negativa a ofrecer disculpas por la matanza de nueve turcos en la flotilla de Gaza el año pasado, así como por el asesinato de cinco policías egipcios durante una incursión palestina en Israel.
Así que adiós a sus únicos aliados regionales, Turquía y Egipto, en el lapso de apenas 12 meses. El gabinete israelí está compuesto por personas inteligentes y potencialmente equilibradas, como Ehud Barak, y por tontos como el ministro del exterior Avigdor Lieberman, el Ajmadineyad de la política israelí. Sarcasmos aparte, Israel merecería mejor suerte.
Puede que la creación del Estado israelí haya sido injusta –la diáspora palestina así lo demuestra–, pero fue legal. Y sus fundadores fueron perfectamente capaces de hacer un trato con el rey Abdalá de Jordania luego de la guerra de 1948-49 para dividir a Palestina entre judíos y árabes. Pero fue la ONU, reunida para decidir la suerte de Palestina el 29 de noviembre de 1947, la que dio a Israel su legitimidad, y los estadunidenses fueron los primeros en votar por la fundación del Estado israelí. Ahora, por una suprema ironía de la historia, es Israel el que desea impedir que la ONU otorgue legitimidad a los palestinos… y Estados Unidos el primero que interpondrá su veto contra tal legitimidad.
pobrecito Obama, como he hecho otras veces? No creo. Grande en la retórica, vanidoso, pródigo en amor falso en Estambul y El Cairo a pocos meses de su elección, esta semana demostrará que le importa más su relección que el futuro de Medio Oriente, que su ambición personal de permanecer en el poder debe tener prelación sobre las penurias de un pueblo ocupado. Sólo en ese contexto resulta extraño que un hombre de supuestos altos principios se muestre tan cobarde. En el nuevo Medio Oriente, en el que los árabes reclaman los mismos derechos y libertades que Israel y Estados Unidos dicen propugnar, es una terrible tragedia.
Palestina, apoyados por Blair, el héroe de la guerra en Irak, son responsables de ella. También los árabes, por permitir que sus dictadores duraran tanto y que llenaran la arena de fronteras falsas, viejos dogmas y petróleo (y no creamos que una
nueva Palestinasería un paraíso para su pueblo). Asimismo Israel, que debería recibir con beneplácito la demanda palestina de ser un Estado miembro de la ONU, con todas las obligaciones de seguridad, de paz y reconocimiento de otros estados miembros. Pero no: el juego está perdido. El poder político estadunidense en Medio Oriente será neutralizado esta semana a cuenta de Israel. Vaya sacrificio en nombre de la libertad...
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