La cultura ese negocio!

ARQUITEXTOS

Reforma, 20 Sep. 2011

El autor aborda varios temas como el Plan del Manejo del Centro Histórico

La cultura, ese negocio

Víctor Jiménez

Un libro reciente, ¿Quiénes lucran con el patrimonio cultural en México?, de Iván Franco, aborda temas hasta ahora reservados a las mesas de café: la naturaleza del Conaculta y la función actual de la Unesco. Del primero dice: "La aspiración salinista y de los grupos de intelectuales que legitimaron su ascenso a través del golpe de Estado técnico de 1988 fue en un sentido: que la definición de la promoción y difusión cultural se dictara desde un cuerpo que operase en la lógica de un Consejo". Agrega: "el Conaculta y la 'coordinación de la cultura y las artes' quedaron bajo el control del grupo Vuelta de Octavio Paz (aliado con Televisa) y de uno de los grupos intelectuales más poderosos del PRI, de aquí que su primer director fuese Víctor Flores Olea". Iván Franco revisa la evolución del Consejo con Calderón, y menciona la "franja de intelectuales y funcionarios controlados por Televisa que ya dominan los espacios culturales... Una de ellas es la directora sustituta de Teresa Franco al frente del INBA, Teresa Vicencio".

El segundo tema ocupa la sección "La Unesco, giro neoliberal": la dependencia de la ONU apoya hoy las políticas culturales entendidas como parte de la industria del entretenimiento, quizá porque la Unesco es ya sólo otra mercancía cultural, que arroja pingües ganancias a sus consejeros y maquiladores de proyectos de Sitios del Patrimonio Mundial. El cabildeo (con generoso financiamiento) alimenta un gran negocio; los presidentes y gobernadores que anhelan declaratorias abren la arcas para conseguir lo que consideran una distinción, pero que es sólo una franquicia más, que se compra como cualquier otra pensando en atraer el turismo.

La identificación entre Conaculta y la Unesco neoliberal tenía que darse. No hay una línea que separe los intereses de los gestores que hoy están de un lado del mostrador, mañana del otro y pasado mañana en su propia oficina. Hubo un escándalo que obligó a un funcionario "cultural" mexicano a abandonar una silla en la Unesco porque nadie sabía cuáles servicios vendía ni a quién. La masacre cometida en el ex Palacio de Bellas Artes arrojó luz sobre la ubicuidad de burócratas y consultores dedicados a los asuntos del Patrimonio Mundial: el nuevo paradigma es que si no eres juez y parte no eres nadie (y no hablo sólo de los 700 dólares por cráneo del Comité de Inexpertos).

El 17 de agosto el Gobierno del DF publicó el Plan de Manejo del Centro Histórico. Lo exigía la inscripción de éste en la lista de Patrimonio Mundial, pero se habían tardado. El Plan recoge acciones del pasado (sobre todo los años de Ebrard), presentadas en tono heroico, así como una lista más corta de proyectos wishful thinking (el financiamiento no está claro). Menudean los saludos al Conaculta, el INAH y el INBA, y sobre todo brilla el autoelogio. El Plan aparece en plena campaña preelectoral de Ebrard y debe leerse con la cavatina de Fígaro, del Barbero de Sevilla, como música de fondo. Ésta empieza así: "Largo al factotum della cità " (mi versión libre: "¡Ábranla, llegó el mero mero de la ciudad!"), y no debe omitirse el "Ah, bravo Figaro! Bravo, bravissimo; fortunatissimo per verità !" (otra vez mi versión: " ¡Bravo por mí, bravo, bravísimo, soy el mejor, es la pura verdad!").

Hablando de ópera, entre los "detonadores" que según el Plan relanzarán al Centro Histórico aparece la que aún llaman "Restauración del Palacio de Bellas Artes" (Vicencio aclaró que fue un "remozamiento", para mayor suerte de sus contratistas, uno de los cuales dejó ya el país por si las moscas). ¿Pensaba el Factotum que el espectáculo presentado hace poco ahí, The Flying Singers, debía atraer a las masas cultas de la ciudad? No las vimos. Tal vez temen por las nulas condiciones de seguridad de la Sala. Hacen bien: ¿quién puede confiar en Protección Civil?