El regreso de Chávez y la formidable movilización popular con que lo recibiera su pueblo fueron suficientes para demostrar el absurdo contenido en aquellas afirmaciones animadas por un afán, tan incontenible como inocultable, de desestabilizar al gobierno. Su aparición ante una multitud reunida en la Plaza Bolívar habla con elocuencia de su extraordinaria capacidad de convocatoria, de ninguna manera atribuible al fantasmal aparato partidario bolivariano, el PSUV, cuya capacidad de movilización y organización se aproxima peligrosamente al cero. La gente concurrió “por las suyas” dando rienda suelta a la inmensa satisfacción que le producía el regreso de su líder. Hay que señalar también otro dato muy significativo: Chávez lucía sorprendentemente bien para un hombre que está siendo sometido a un duro tratamiento oncológico. Pudo entonar el himno nacional con su habitual enjundia y arengar con apasionamiento a sus seguidores. Fiel a su estilo, hasta llegó a disculparse en su alocución, por no haber tenido tiempo para chequear si el sonido llegaba hasta los últimos confines de la manifestación. Sus ministros saben muy bien de esta vocación por estar al día hasta de los menores detalles de su gestión, algo que en esta fase de convalecencia en que se encuentra deberá ser rigurosamente dosificado. Malas noticias pues para el imperialismo y la reacción que apostaron a su alejamiento de la escena política o a la parálisis del aparato gubernamental. Ni lo uno ni lo otro. Chávez volvió, y demostró que su mística y su carisma siguen intactos. Y en relación a lo segundo, lo que salta a la vista es que durante los 29 días que duró su tratamiento médico en La Habana el gabinete ministerial –que incluye a un buen número de promisorios jóvenes ministros y ministras- respondió muy bien ante el desafío y continuó funcionando en consonancia con sus parámetros habituales. Ni “vacío de poder”, ni “ingobernabilidad”, ni “parálisis de la gestión”, “ni inevitable torbellino político”, como profetizaban las Casandras de la oposición a través de sus múltiples medios que, incidentalmente, controlan el 85 por ciento de la audiencia de la prensa gráfica y los medios radiales y televisivos, lo que no es óbice para que la derecha y el imperialismo siguen diciendo que Chávez ejerce un control dictatorial sobre los medios de su país.
El líder bolivariano debe ahora priorizar su salud y ganar esa batalla antes de lanzarse con fuerza al ruedo electoral del 2012. La estrategia de sus enemigos será la provocación constante, para tentarlo a que se involucre y desangre en las escaramuzas previas y hacer que llegue física y psicológicamente debilitado a la compulsa electoral del año próximo. Ojalá que su volcánico espíritu, que tanto le ha ayudado en el pasado, pueda ahora ser controlado para responder con frialdad ante el desafío de su salud y las provocaciones de la oposición. Se lo vio muy bien durante su discurso del 4 de Julio. Pero sería un error fatal creer que podrá mantener sin cambios el hiperactivismo presidencial del pasado. Asumir a plenitud su enfermedad y las elevadas chances que tiene de curarse sería uno de los más grandes servicios que podría prestar a la revolución bolivariana. Venezuela y América Latina y el Caribe necesitan de Chávez por largos años. Su visión estratégica y global, su fuerza de voluntad y su capacidad para generar iniciativas que fortalecen la autodeterminación de nuestros pueblos (como el ALBA, Petrocaribe, Telesur, la Radio del Sur, el Banco del Sur, Petrosur y tantas otras más) hacen de Chávez un aporte irreemplazable en las luchas por la definitiva emancipación de Nuestra América. Es un hombre que hace décadas viene librando exitosamente grandes batallas, pero esta es algo especial. Dependerá en gran medida de él que podamos contar con su valiosísima presencia en los tiempos decisivos que se avecinan.
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